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106 EOS EOS 107 benevolencia de su Universidad me da la palabra en esta reunión solemne. Pero ¿de qué he de poder hablar yo ahora si no es de mi querida Francia y del papel que ha representado en la Civilización y en el progreso de las ciencias?
Ciertamente, sé bien que estoy en un país neutral; pero sé también por todas las muestras de simpatía de que he sido objeto que este país es un país amigo, muy sinceramente amigo. Por otra parte, perteneciendo a la Universidad de París, no soy enteramente un extranjero, porque, gracias a la feliz fraternidad que reúne a los miembros de todas las Universidades, soy colega de vuestros eminentes profesores. Los maestros de la juventud han hablado aquí tan a menudo de justicia y de ciencia, que los muros de este recinto han debido guardar sus ecos. Así, hoy, aunque las sonoridades de la lengua francesa sean diferentes.
de las vuestras, va a ser una misma la resonancia de las ideas: el culto de la verdad, el amor de la libertad, la fe en el porvenir.
Atrevámonos, pues, a hablar del porvenir. El porvenir no aparece oscuro sino al que no quiere mirarlo bien. Porque a pesar de las disenciones humanas que hacen derramar tanta sangre, la ciencia prosigue su marcha conquistadora. La fe en la ciencia, es la confianza en el porvenir. El hombre, ese sér ínfimo perdido en la inmensa Naturaleza, ha podido, por su trabajo y su genio, penetrar algunos de los misterios profundos. Cuán profundos. que le rodean, y la ciencia ha realzado al punto la miserable condición humana.
Nadamos en un océano de tinieblas. Todo es sombrío, incierto, doloroso. De repente aparecen en medio de esa noche, aquí y allá, pálidos fulgores que dan alguna esperanza. Esos fulgores son la ciencia. el destino de los pobres hombres se hace menos triste.
Hay menos sufrimientos, menos lágrimas. Pensando en el magnífico porvenir reservado a las ciencias, comprendemos todos muy claramente que las cosas se harán menos crueles para nosotros a medida que las conozcamos menos mal.
Así, pues, perdonaréis a un francés si os habla con adoración de su país, y a un científico si os habla con adoración de la ciencia.
No vayáis a creer, sin embargo, que yo tenga la pretención extraña, y casi sacrilega, de imaginarme, inspirado por un patriotismo falso, que la ciencia es el patrimonio de tal o cual país, el atributo de tal o cual pueblo «superior. No! La ciencia es esencialmente internacional; no es propiedad exclusiva de ningún pueblo. Todo hombre, por el hecho solo de pertenecer a la gran familia humana, es apto para descubrir y propagar la verdad. en efecto, si hubiéramos de dar aquí una ojeada a la evolución de las ciencias, encontraríamos que cada país ha tenido su parte: Italia, con Galileo y Volta; Inglaterra, con Newlon y Darwin; Alemania, con Leibnitz y Helmholts: Escandinavia con Berzelius, Scheele y Linneo; Francia con sus grandes creadores.
Pero antes de hablar de la ciencia moderna, debemos rendir nuestro homenaje a la gloriosa abuela: a Grecia, la Helade, que ha creado todo: poesía y escultura, filosofia y ciencia. Grecia, triunfante, deslumbradora, ha dado al mundo la dirección de todo pensaEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.