96 EOS EOS 97 dice: hermanos: me muero de cansancio y de frio, he sufrido en mi ruta un fatal extravio, dadme albergue esta noche y un pedazo de pan.
En el rostro del joven, desgraciado extranjero, la tristeza domina, pero hay algo de fiero, de valor temerario y de noble altivez; aun conserva señales del combate reciente, pues un surco rojizo desfigura su frente y unas manchas oscuras han curtido su tez. la puerta se abre y un anciano aparece. el ladrido importuno poco a poco decrece)
y el viajero penetra en la triste mansión; el francés reconoce que recibe a un germano, en silencio se miran y se estrechan la mano y en sus rostros se pinta la diversa emoción.
El anciano conserva su viril energia, es un galo completo y su vieja alegria sobrevive a la angustia de la horrible invasión: los cabellos rizados, del color del armiño, a su rostro de viejo danle aspecto de niño y sus ojos revelan su genial corazón. Ven hermano, le dice aquel viejo, mi casa es la casa de todos y al viajero que pasa el derecho le asiste de un abrigo pedir; aunque pobre y modesta, quiere el cielo divino.
que no falte un bocado y una copa de vino que ofrecerte y que pueda mis deberes cumplir.
Al viajero atormenta la humedad de su ropa, mas se acerca a la lumbre y recibe una copa de un vinillo caliente que devuelve el calor a su cuerpo aterido, luego un pan delicioso con manteca; ante todo, aquel modo afectuoso de acogerle, renueva su perdido vigor.
El imán poderoso que aproxima a esos hombres que el azar ha reunido y que ignoran sus nombres.
explicarse no puede; mas se deja sentir.
Junto al fuego colocan dos vetustos sillones y después de corteses y discretas razones, satisfechos intentan descansar y dormir; pero hay algo más fuerte que la fuerte fatiga que despiertos los tiene y por fin les obliga la emoción que en sus almas predomina a contar, y el buen viejo pregunta a su huésped: Qué piensas que será de Alemania, disipadas las densas tinieblas que han venido su desastre a aumentar?
El mueblaje muy sobrio y modesto; de un muro una imagen de Cristo sobresale en lo oscuro, con sus brazos abiertos, enclavados en cruz; en la estufa las llamas crepitantes del leño, y el calor y el ruido predisponen al sueño en la estancia en que lucha, con las sombras, la luz; Vuelve el joven su rostro, por la pena alterado y con vos le responde, en que está reflejado el ardor indecible que en su pecho palpita: lengo Fe en el futuro y en mi patria bendita.
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