94 EOS Utopia. Es una noche negra, sin estrellas ni luna, noche lóbrega y fria y la lluvia importuna, incesante, produce somnoliento sopor.
Son las doce, es la hora en que el alma descansa y en el sueño renace la perdida esperanza o reviven historias olvidadas de amor.
labras de la Sorbona la rara conjugación del verbo y de la espada; habría visto en Francia el prodigio de una Atenas espartana; y habría dicho de ella como de Minerva, que debió ser concebida en la cabeza de Júpiter, para llegar a lo que es: Diosa de la sabiduría y de la guerra.
Pero la luz se la derramado sobre la senda de ese eterno caminante que se llama el espíritu humano; y el mundo en que vivimos esta suprema hora de evolución y talvez de expiación. no piensa ya, cuando vuelve los ojos hacia esa frase alada, en el vivo resplandor de una quimera, sino en el símbolo de las lenguas de fuego del Pentecostés; y sobre todo en la sombra bienhechora de la Cruz, que es la sombra que proyecta Francia cuando toda de pie, desgarrada y heroica, abre los brazos en defensa de la salud universal. Elevemos nuestras almas ante esa Nación Mesías, que estoicamente ha embotado todos los aguijones del dolor, con tal de obtener una victoria que sea según el voto formulado por el obispo de Nizala victoria del espíritu sobre la carne, de la verdad sobre el error, del Bien sobre el Mal. Vos, señor Representante, decid a esa vuestra Francia la del Marne. que esta juventud delirante está de pie con ella, en la contienda a muerte que libran hoy el humanismo y la barbarie, en esta lucha secular de la Luz y la Tiniebla, lucha en la cual ella encarna la misión del Arcángel y sus enemigos asumen las formas del Dragón. Decidla que si aún no nos cabe la merced de ofrendarle nuestra sangre, al menos le ofrecemos, hoy y por siempre, la devota comunión de nuestras almas.
En las calles lodosas no hay un ser que transite, sólo un eco cansado tristemente repite de los fruenos el ronco, majestuoso rodar; con sus fúlgidas sierpes los relámpagos hacen aumentar la negrura de caverna en que yacen las tranquilas viviendas y el lejano pinar.
La hecatombe ha pasado de la Guerra Europea y en un pueblo de Francia convertido en aldea por la siega espantosa del mortero invasor, a la puerta de una silenciosa morada, llama un ser harapiento y al oir su llamada, de un mastin vigoroso se despierta el furor.
Una pausa y de nuevo las llamadas se escuchan y una vox angustiosa, una voz en que luchan el temor de un rechazo y el famélico afán, Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.