EOS 39 Se ve brillar. En esta preconciencia del problema ¡cuántas lagunas podrían señalarse. Qué endeble y tierno nos parece todavía ese interés naciente! La predilección que se otorga a las cuestiones confesionales y políticas sobre las que son propiamente de enseñanza; la falsa oposición que se pretende establecer entre educación e instrucción, para menospreciar solapadamente a ésta; el espíritu utilitario y práctico que se quiere imprimir a la renovación de la enseñanza, son señales de lo incompleto y rudimentario que es todavía ese movimiento de opinión. Pero es algo, es el primer paso, para que tenga realidad en la conciencia española uno de los términos de aquel programa de regeneración, trazado por Joaquín Costa en dos solas palabras que valen por muchos discursos: escuela y despensa, versión popular de cultura y riqueza, los verdaderos cimientos de la grandeza de las naciones.
Esa preconciencia del problema de la cultura, del problema de la educación, que es el problema de la preparación para la vida, bajo sus distintos aspectos, entre los cuales el de la instrucción es el menos discutible, es todavía, como digo, muy incompleta. Se comprende ya la necesidad de la escuela; pocos se atreven a decir que es mejor que los pobres no sepan nada, que al pueblo le conviene la ignorancia, porque le ahorra cavilaciones, aparta de él tentaciones y rebeldías y le permite ser más feliz dentro de su simplicidad. Como si esto fuera posible. Como si aparte de todas las razones ideales y morales, la economía moderna no exigiera mínimos crecientes de cultura hasta para las más humildes formas de la concurrencia vital! Pero si se comprende la escuela, no se comprende todavía la Universidad. La Universidad, según uno de esos tópicos de la vulgaridad que corren por las bajas capas de la política y del periódico y arrastran a muchos simples en quienes está abolida la función de discurrir, es una fábrica de títulos académicos, un vivero de doctores y licenciados, de hambrientos de levita que asaltarán el día de mañana los destinos públicos por no servir para otra cosa.
No se advierte que el problema de la instrucción es un problema orgánico, cuyas partes actúan reciprocamente unas sobre otras. Sin Universidad no habrá escuela, a menos que enviásemos a los maestros a educarse en el Extranjero. No basta que haya Escuelas normales u otros seminarios de maestros. De la Universidad, de los centros de enseñanza superior científica, llámense como se quiera y no hay por qué variarles aquel glorioso nombre que encierra la tradición de la cultura desde la Edad Media, procede el nivel del saber que luego se diversifica en varias aplicaciones y forma los especialistas de las diferentes profesiones y hace profesores normales, inspectores, maestros. Sin cultivo puro de las ciencias, las aplicaciones caerían en el empirismo, degenerarían, se petrificarían en la rutina. Con razón se achaca a la Universidad alemana, al cultivo de las ciencias físico químicas, el desarrollo extraordinario de la industria y el comercio germániEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.