2 EOS EOS al cuadro de su vida: ella llena todas las estrofas del poema. La descripción con que empieza la historia de Magdalena, la bella, es un cuadro brillante y magistral, que realza y ennoblece la beldad de la pecadora; las estrofas de La Samaritana, ágiles, vibrantes de alegría, semejan el repique de las campanas tocando a Gloria; las de La Hija de Jairo tienen tal dejo de amargura, que el espíritu se siente triste contemplando ese milagro de Jesús; conceptuosas y serenas las de Marta, son fiel reflejo de una vida consagrada a los deberes del hogar; las de Berenice, son un himno a la caridad cristiana de que la heroína es símbolo. Pero las de La Mujer adultera son terribles y solemnes; su entonación sube hasta el diapasón apocalíptico; y lo mismo cuando describe el poeta que cuando habla Jesús, los conceptos tienen la severidad y el rigor de la justicia, sin que asome en parte alguna un destello de misericordia. Leído una vez este poema, queda para siempre resonando dentro del alma como el eco de una lejana tempestad.
Encarecer la belleza de estos poemas sería hacerla sospechosa. Preferible es citar algunas de sus estrofas tomadas al azar.
Abramos el libro. Maria: Rosa a la orilla del Jordán nacida, Inmaculada virgen de Judea, Estrella de los cielos desprendida, Aura del manso mar de Galilea, Lirio del valle de perenne vida, Luz que los ojos de Jehová recrea, De la prole de Adán gala y encanto, Madre del Hombre Dios, tu vida canto. la octava 12: Es el amor materno, amor del cielo, Amor sin recompensa ni mudanza. Cuántas horas de hiel y de desvelo En premio de su afán la madre alcanza!
Los que en desesperado desconsuelo De nuestra alma negáis la semejanza Con el Dios de bondad, de todos padre, Recordad el amor de vuestra madre. la octava 30: Eres astro que alumbra y que no ciega, Amor que siempre acrece y nunca muere, Lluvia que alegra el prado y no lo anega, Mano que siempre cura y nunca hiere.
El SEÑOR a tu ruego nada niega. Qué se puede negar a quien se quiere? pues tu labio cuanto pide alcanza, Dame, si no la dicha, la esperanza. pasemos a Magdalena: Venid a contemplar de la Judea Los montes escarpados, Los áridos desiertos abrasados, del tranquilo mar de Galilea Los bordes esmaltados Con fragantes vergeles De azucenas, de nardos y claveles, De cedros seculares, De altísimas y lánguidas palmeras Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.