EOS 341 La suprema razón. Te quiero valerosa. No reniegues del sonido del instrumento que nos llama a combatir por nuestra bandera. Muéstrate ferviente patriota en esta hora de angustia nacional ¡Aliéntame con una confiada sonrisa a cumplir con mi deber de soldado. Cómo podré estar tranquila marchándote mañana a la linea de fuego? arguyó ella.
El oficial acarició sus manos, diciéndole emocionado. Esta partida a mi también me lacera el alma; no obsA la inspirada autora de «Los poetante, quisiera estar ya peleando por mi patria. Necemas modernos. y gentilisima dibuja. sito cubrir de gloria mi nombre en el campo de batalla; dora, Jesusa Alfau.
acaso entonces me perdone tu padre mi origen plebeyo, DE MCGRIGOR concediéndome tu mano.
En el cenador de un extenso jardin, poblado de arbus. Pero vas a una guerra mortal. tengo miedo.
si murieras. tos, en plena florescencia al hálito germinador del estio, de un vetusto palacio solariego, situado en una ciudad único que aminoraria ese contento, seria el pesar de no Moriria satisfecho, dando mi vida por la Patria; y lo europea, se hallaba una amorosa pareja.
Ella: hija única de un Duque de antigua estirpe, imhaber podido hacerte mia.
buido de prejuicios.
Ella nada respondió, pero se quedó pensativa.
El novio: Capitán de un regimiento de caballería, y La campana de una iglesia próxima, dió el angelus.
El se levanto.
de familia burguesa.
Una brisa cálida y fuerte deshojaba las flores, llevan. Ya. dijo la Duquesita, con lágrimas en la voz.
do una racha de pétalos al interior del cenador. El sol tengo que disponer mi equipaje de campaña. Además, po. Sí. respondió él en tono conmovido. Es tarde, y aun poniente doraba la arboleda, cenador y enamorados, con dria ocurrirsele a tu padre venir a buscarte, y no quiero que un matiz de oro viejo.
Una impresión de paz emergia de aquel sitio, pugnanme sorprenda aqui. Adiós, amor! La abrazo y la besó lardo con el manifiesto pesar de ambos jóvenes, y en disosamente con besos de pasión y de congoja.
nancia con el bélico y lejano toque de corneta, que, a Ella se apretó a su pecho, sollozando doliente y quedo. No es asi como hubiera querido dejarte, sino animosa, ratos, rompia la dulcedumbre del silencioso jardin.
El Capitán, sentado junto a su amada, mirábala con y teniendo fe en mi suerte de soldado.
melancólico embeleso; ella sonreíale con un resplandor. Te prometo que haré por ser tan valiente como las muLa joven alzo la cabeza y le dijo con bravo arranque: de llanto en los ojos. Callaban, embebidos en la mutua jeres que han espiritualizado la fisonomía de esta guerra contemplación de un momento triste.
Un sonoro y prolongado toque de corneta vibró en el despiadada, prestandole a la epopeya un conmovedor ideal espacio, repercutiendo dolorosamente en los oídos de la El Capitán la contemplo con admiración; luego, besánDuquesita. Oh! Esa corneta. cómo me hace sufrir exclamó.
dola nerviosamente, abandonó aquel sitio.
Ei la estrechó contra su pecho, diciéndole con acento su padre, hubo de hacer un esfuerzo para aparecer serena; Esa noche, obligada la Duquesita a cenar en compañía de animador: mas, el Duque la observaba escrutadoramente.
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