310 EOS EOS 311 nal. Para el moderno estudiante de historia, familiar hasta cierto punto con el largo pasado de la humanidad y consciente de las contingencias de los próximos quinientos años, la arrogancia nacional resulta tan vacía como la fanfarronería jactanciosa del individuo en particular.
JAMES HARVEY ROBINSON (De Inter América)
prueba del vigor que iba adquiriendo el sentimiento de solidaridad internacional La primera conferencia sobre la paz se celebró en 1899. El Tribunal de la Haya, organizado el mismo año, incluyó representantes de cuarenta y un estados. Esta es una tentativa directa para la resolución del problema de disminuir las posibilidades de guerra. Es digno de notarse que la Conferencia de la Haya no tuvo nervio suficiente para establecer que las cuestiones de honor nacional quedaran sujetas a arbitraje. Y, sin embargo, precisamente este pretexto necesario para declarar la guerra debería considerarse con toda escrupulosidad antes de proceder a la movilización.
No es el objeto de este artículo sugerir ideas acerca del mejor sistema para dirigir y sublimar el antiguo instinto de patriotismo. Me inclino a pensar, sin embargo, que cualquiera que reconozca y crea realmente en el fondo de su corazón la verdad de los hechos que acabo de recordar, difícilmente se dejará arrastrar por la ola de inconsciente emoción nacional. Si es así, quiere decir que podría hacerse mucho por medio de la educación. Ciertamente que la tendencia natural no puede eliminarse, pero es preciso instituir otra clase de corporaciones capaces de rivalizar en entusiasmo con la antigua y cruda solidaridad de tribu. Si se abriera paso en general la inteligencia de la naturaleza cooperativa de la civilización y la deuda incalculable de cada generación a las generaciones precedentes retrocediendo hasta los mismos comienzos de la cultura humana, ello serviría para domeñar nuestro amor propio nacioI Faries. The Rise of Internationalism. 1915, Apéndice.
RESPONDIENDO UN ANONIMO No hemos dicho nada en Eosa cerca de la obrade nuestra actual Asamblea Constituyente, porque pensamos que no vale la pena de estudiarse en serio una obra que no ha de durar. Se ha querido quizá con buenas intenciones meter tantas cosas en nuestro estatuto que se ha imposibilitado su vida.
El consejo sabio y precioso lo acaba de pronunciar un estadista colombiano, don Marco FIDEL SUÁREZ: Todos debiéramos aspirar a que la República poseyese una constitución propiamente nacional, aceptada y defendida por la sociedad como el compendio de las bases de la legislación política y civil. Descartando de este estatuto todo lo accidental y discutible, los partidos quedarían identificados en una grande obra conservadora y formarían sus programas sobre puntos relativamente accesorios, lo cual aseguraría la paz, mitigaría las disensiones, y las reemplazaría con una saludable emulación de progreso y mejoramiento.
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