282 EOS EOS 283 rra y de la pena de muerte. en un escrito encaminado a volver al carril de la lógica y de la verdad un deba te de la Asamblea Constituyente. Pero no pregunto nada; releo mi escrito y hallo en él la cita que hice de Idola Fori. Para qué la hice? Para apoyar mi afirmación de la efímera existencia de los sistemas inventados por los sabios. esta cita se refería precisamente a la obra de Darwin y de Spencer. por qué escogi este ejemplo entre los que me ofrecía el ilustrudo crítico? Porque «El transformismo y la evolución fueron con todas sus deducciones y sus datos colaterales los.
principios modeladores del pensamiento, la fuente suprema de inspiraciones en la literatura de ideas de la segunda mitad del siglo xix. porque «la doble concepción de Darwin y de Spencer domina casi exclusivamente, no tan sólo el campo de las ciencias naturales y de la filosofía, sino la integridad del movimiento intelectual de media centuria. porque «Esos principios exagerados por los espíritus de segundo orden y por los de todo orden aplicados a las más remotas regiones de la actividad mental, llegaron a convertirse en dogma ennoblecido por sus apóstoles, desvirtuado y empequeñecido por sus fanáticos, ásperamente combatido por sus adversarios, pero de un prestigio innegable y de una importancia capital como fuerza directiva de las ideas. porque «La moral, la política y la sociología buscaban allí sus orientaciones definitivas, la historia, la literatura y la estética se modelaban sobre aquellas nociones que, verificadas en un orden exclusivo de hechos científicos, el de la anatomía, aparecían como el fin de todos los fenómenos vitales, en todos los dominios del conocimiento. porque, aleccionado por el ilustrado crítico, comprendí la grandeza del edificio derribado o desquiciado por la sabiduría de Quinton, de Dastre, de Bergson y de Eucken, al decir del mismo crítico, y esa ruina era ejemplo palpable de la afirmación que yo había hecho, y, por último, porque sospeché que esta ciencia derrumbada o desquiciada ya, era la que decían haber muerto el principio de la libertad moral del hombre.
Claro parece, pues, que si tuve presentes las ideas, mal pude echar en olvido a los forjadores del «concepto del Estado omnipotente. aquí viene como de molde este pensamiento de mi amigo y comentador. No nos expresamos con iguales palabras, pero en el fondo diferimos menos de lo que pensamos. Porque en el caso de su vivo apóstrofe, no sólo «diferimos menos de lo que pensamos. sino que quizá no diferimos absolutamente nada. Yo no creo sino en la omnipotencia de Dios. llego al fin de los comentarios sin saber si me he explicado bien o me he embrollado; pero he llegado para nunca más volver. He de sostener que parece existir una gran contradicción en la mente de quien por un lado habla, como el señor XX, de «principios absolutos, eternos, inmutables, de moral, y por otro lado le vuelve la espalda a esos principios para aplaudir en el Estado el acto mismo que acaba de condenar en el individuo. Cuándo, dónde y cómo he aplaudido yo los asesinatos cometidos por los encargados del Poder Público?
Porque deben de ser ellos los perpetradores de tales Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.