240 EOS EOS 241 respecto de aquellos hijos, muchos más deberes a cumplir que derechos a ejercitar.
El doloroso deber de hacer llorar a los hijos, cuando sea necesario para su corrección, es tan imprescindible como el deber de alimentarlos, alojarlos, vestirlos y calzarlos.
Los niños deben aprender a ganarse por sí mismos las caricias de sus padres, el afecto de sus maestros y la consideración de todos, lo mismo que los obreros el mejoramiento de sus salarios.
Los hijos no son ni un adorno ni un estorbo, en la casa: son el único objeto de la vida de sus padres, la sola labor que éstos no pueden abandonar jamás, la razón de ser de la existencia matrimonial, el alma mater del hogar.
Un niño es un aprendiz de hombre útil: no una flor como se ha dicho tantas veces, es una fruta que aguarda su sazón.
El amor de padre no es el amor del besito y del cucurucho de caramelos: es la pasión del artífice por su obra, que la retoca más cruelmente cuanto más entrañablemente la ama.
Son muchas más las enfermedades y las aberraciones adquiridas en la niñez, que las hereditarias y las atávicas.
Si los jefes de familia se cuidasen más seriamente de lo que ven hacer y de lo que hacen por sugestión sus hijos pequeños, no habría tantos hombres cargados con la cruz de sus propias anomalías, y las cárceles, los hospitales y los manicomios serían menos frecuentados por la desgracia.
Será muy interesante el pillete parisiense divinizado es por Victor Hugo; pero, ningún padre querría tomarle deliberadamente por modelo de sus hijos.
Solamente un escéptico, un egoísta soberano, puede mirar sin dolor profundísimo, a esa niñez vagabunda, entregada, como un perro sin dueño, a la nefanda satanicidad de las calles.
La soledad es peligrosa para las naturalezas mediocres y para las vidas en formación. la soledad de la via pública es la más espantosa de todas; porque, parodiando los versos del más sapiente poeta de España, es la soledad de millares de personas anónimas en compañía. los niños no se les puede exigir una moral propia, por la sencilla razón de que no tienen ninguna: sienten momentáneamente y practican sin deliberación la del más audaz o más cínico que toma la iniciativa, lo mismo para lo heroico que para lo infame.
De manera que tenerlos en la calle todo el santo día y una gran parte de la noche, es entregarlos criminalmente a los tenebrosos azares del callejón solitario, de la plaza mal iluminada, del bulevar repleto de miserias perfumadas y bien vestidas.
Ni todos los que se estacionan por la noche frente a los escaparates de las grandes tiendas, están al acecho de damas fáciles; ni todos los que divagan en los paseos públicos con un libro abierto en las manos, están leyendo.
Las madres plebeyas que, amparándose en su debilidad de mujeres, en la estrechez de sus alojamientos, en su condición de obreras, en el abandono de sus maridos, en el desamparo policial, dejen a sus hijitos vagar por la via pública, como almas Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.