EOS 237 236 EOS ajenos, sino con hechos propios. La lengua sólo sirve para matar honras, aunque se la mueva para defenderlas.
Vivir a espensas de la elocuencia ajena, es como apoyarse en un báculo de vidrio: el día que se fatigue tu panegirista, jadiós vida!
Que tus armas sean tus obras y que tus laudatorias las hagan aquellos que no te vieron ni una sola vez.
Si así no triunfas, refúgiate en el desierto; pero nunca jamás en la misericordia de los misericordiosos.
No seas hijo de nadie; porque nadie siente la paternidad como ella es.
Sólo con buenas acciones se neutralizan las malas acciones. El hecho mata al hecho; pero la palabra lo deja subsistente y más lo agranda cuanto más lo niega.
Procede como la naturaleza, que es como procede Dios; persistiendo en el hecho silenciosamente.
La sociedad es como los sordomudos, que más entienden los gestos que las palabras: no oye, ve.
Cuando te sientas fatigado bajo la carga de tus dolores, aplastate sobre tí mismo; pero no te cojas del brazo de ninguno.
El dolor humano deja de ser augusto, desde el momento que encuentra su consolador; la excelsitud de las lágrimas se trasmite toda entera a las manos que las enjugan.
La naturaleza parece más hermosa desde los ventanales de un hospital, que desde los lujosos balconajes de un amigo.
No seas carga nunca, que es la condición más miserable a que puede llegar un hombre.
Los dolores irreparables harían el papel más ridiculo si se dejaran consolar.
Nada más cómico que una viuda; porque solloza para que la consuelen.
La caridad es una virtud; pero desecharla sincera y enérgicamente, es otra virtud más grande, mucho más grande todavía.
La dignidad en los que sufren es tan agradable a los ojos de Dios, como el sentimiento de la misericordia en aquellos que todo lo tienen a manos llenas.
La felicidad tiene sus deberes; pero el dolor tiene los suyos, sábelo bien. No hay situación humana sin obligaciones o es prudente buscar las amistades en los tramos sociales más elevados que el que ocupamos: los seres superiores, en cualquier manera de superioridad, no fueron nunca seres amantes.
La lealtad no es virtud fácil de ejercer con los humildes; porque toda virtud busca una recompensa positiva, y los humildes carecen de fondos para premiar a los que les son leales.
Lo mismo que desde la canastilla de un mongolfier, no distinguiríamos de otra mujer cualquiera ni a nuestra misma madre; desde las alturas de la intelectualidad, del poder, de la fortuna, de la felicidad, se divisa a los hombres como a granos de arena y se les trata como a desconocidos. todo aquel de tus iguales que quiera subir, considérale como a uno que te quiere dejar; y a todo aquel que haya subido, olvídale como a uno que hubiese muerto.
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