214 EOS EOS 215 determinados. Todos creemos en nuestra libertad y a la vez reconocemos que tiene límites. No nos expresamos con iguales palabras, pero en el fondo diferimos muchísimo menos de lo que pensamos. El cristianocatólico u otro siente (voy a emplear el verbo sentir. siente a un Dios personal contra cuya voluntad nada puede hacer. El naturalista llámese con el nombre que guste reconoce que está atado de pies y manos al pasado y al presente: por muy libre que se sienta, reconoce la determinación impuesta por la herencia y por el medio. El filósofo colinsista mismo, que es quien se cree más libre, se ve a lo mejor obligado a hablarnos de una justicia eterna, que encadena el ser de mañana al ser de hoy, etc.
Así las cosas, lo juicioso es no dar por resuelto y sabido lo que todavía no podemos resolver y saber.
Redactemos, pues, los códigos penales con la misma ecuanimidad y prudencia con que se procura redactar un código sanitario: buscando únicamente el bien del enfermo o anormal y el bien de los que le rodean. mil veces repetida. No hagas a otro lo que no quieres que te sea hecho. O, mejor. Haz a los otros lo que quieres que te sea hecho. Lo llamo ciencia impersonal, porque puedo formularlo indepen dientemente de todo credo religioso o filosófico, con la impasible severidad con que formulo la ley del movimiento de la piedra que cae. Mi propia experiencia y la experiencia de todos los hombres con los cuales he estado y estoy relacionado en el tiempo y en el espacio me aseguran que el desacato de aquel principio acarrea siempre mal o desgracia, temprano o tarde, en una forma o en otra.
Estoy en una botica. Miro acá y allá y llamo ciencia a todo ese arsenal de medios que permiten evitar el contagio de las enfermedades o aliviar, curar y aun sanar a los enfermos. Será un átomo lo que hay en mis estantes, pero yo encuentro inmenso ese átomo que asi corrige una insuficiencia o anomalía orgánica (visual, auditiva, etc) como enjuga unas lágrimas, calma un dolor o hace renacer el dulce contento de vivir.
Me asomo a la puerta y veo la ciencia en el tranvía que pasa y en los alambres que reparten en el vecindario, en forma de luz y de calor y de fuerza motriz, la energía de una lejana catarata. Alzo la vista y descubro la ciencia en la antena de la estación radiográfica de enfrente que recoge el pensamiento de un barco en alta mar. Oh el átomo despreciable!
Ciertamente, los sabios no son la ciencia. Por lo mismo encuentro tan extraño eso de hablar de ciencia espiritualista o niaterialista, de ciencia atea, de sistemas científicos que pasan como una moda dejando tan sólo el átomo de verdad que contienen. si alguno contienen. Ah las palabras. Qué Babel. Cómo entendernos?
Yo no sé qué llaman ciencia. Miro dentro de mí mismo como dicen y llamo ciencia al siguiente principio o guía moral de cuya verdad estoy plenamente convencido en wirtud de una observación mil Pregunto al distinguido escritor XX. Olvida usted quiénes fueron y quienes son, entre los llamados hombres de ciencia, los partidarios de la guerra y de Este documento es propiedad de la Biblioteca Naciona! Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.