200 EOS EOS 201 Cartas a Eosina III Dejo ahora, espiritual Eosina, el aire de dómine que muy a pesar mío habrá debido usted encontrar en mi carta anterior. No sabe cómo he reído largamente con mi sabroso buen humor habitual, al pensar en la cara que debí poner al escribirla, con los espejuelos de la honda sapiencia al uso orondamente a horcajadas sobre un gesto de bondadosa paternidad. El sacerdocio de la crítica. Imagina usted una cosa más regocijadora en el catálogo de los inocentes esparcimientos de la humanidad? pensar que hay tantos que de ello viven y en ello conquistan los títulos con que pretenden alzarse ante la devoción intelectual!
Simple cuestión de mal gusto, dulce amiga, de la cual no vaya a creer que participa el deseo que desde hace tiempo me hurga y ahora realizo, de examinar las mariposas de sus versos bajo el lente de mi criterio personal.
Ahora llego a su Ocaso. Ojalá que al de su musa no alcance yo a asistir. Fuese la lluvia que apagado habia del sol poniente la dorada luz, y asi otra vez sonriente aparecia flotando al viento su amarillo tul. Oiga usted esa armonía, es decir, esa música y esa suavidad con que las palabras van engarzándose unas con otras como las delicadas peluzas de un plumón.
Hay un diablillo de resabio académico que gruñe detrás de mí, queriendo interrumpir el argentino vibrar de las campanitas de esta estrofa. Su amarillo tul. chilla por fin, de la lluvia. de la luz?
Hombre, de la luz, grito impaciente, sintiendo que el geniecillo maléfico intenta arrastrarme de nuevo hacia los atajos gramaticales.
Eso pide el sentido, insiste él con socarrona cortesia, pero la forma en que está escrito el pensamiento, dejando músicas aparte, echa galantemente ese tul amarillo sobre los hombros de la lluvia que es el sujeto de la oración principal. yo, que no quiero entrar en más disquisiciones, tapo violentamente el tintero de donde emergió la importuna observación, para continuar la carta que de aquí para adelante sólo será una loa entusiasta para la rica imaginación de usted y para su delicado sentimiento de artista.
Bien me sé que aquellos señores sombríos de quienes le he hablado los preceptistas hallarían linda ocasión para vituperarle el revoltillo de estrofas asonantadas y aconsonantadas que se advierte en el poema. Si mucho me apuraran, yo también declararía que para mi gusto, en estos casos la uniformidad en la rima es cosa apreciable. Pero a la vez sostendría con todas mis fuerzas hasta llegar al lance personal, si fuere el caso, que la libertad de criterio en el artista es respetable. ya que son tan escasas las libertades de que en realidad podemos ufanarnos, que al menos sea ésta de verdad consagrada por la comunión de los aficionados.
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