Civil War

186 EOS EOS 187 tación a la Questure, para la dichiarazione di soggiorno nada haría sospechar al viajero que no se vive en tiempo de paz. Cuánta mayor tristeza he visto yo difundirse en la atmósfera de Montevideo, durante, nuestras temporadas de guerra civil, que en el ambiente de estas ciudades italianas, hasta cuyas puertas llegan las llamaradas del más atroz encendimiento de guerra que hayan presenciado, ni acaso puedan presenciar, los siglos!
El fondo heroico, que encubre esa sonriente máscara, da asidua razón de sí allá donde se lucha y se muere. Cien episodios lo manifiestan a cada día.
Contados en las reseñas de los periódicos o en las cartas de los soldados; dando motivo al comentario de los salones y de los corrillos populares, son la crónica donde rasgarán mañana su crisálida las leyendas de esta magna gesta patriótica. Un diligente periodista, el señor Giuseppe de Rossi, ha tenido el oportuno acuerdo de coleccionar los más interesantes y significativos de esos episodios, en un volumen que se lee con agrado y emoción.
Hay allí rasgos de temerario ímpetu, de serena impavidez, de conformidad estoica, de astucia inteligente y de atlética destreza. La gallardía del valor personal aparece en casos como el de aquel alpino, que encontrándose, él solo, en una exploración, con media compañía de austriacos, la hace frente, escudado en una hondonada desde donde apunta sus tiros con tal precisión que contiene y ahuyenta a sus perseguidores. bien, el teniente de artillería que, después de ver sucumbir sucesivamente a tres soldados que enviara en observación de una batería enemiga, no quiere seguir aventurando más vida que la suya, y marcha él mismo a afrontar la muerte probable.
Otros ejemplos hablan de fortaleza de ánimo, de energía en la adversidad. Así, el del cabo que, en el ataque del Freikofel, mutilado en un brazo, se niega a dejarse retirar como herido, y sigue adelante difundiendo voces de aliento y entusiasmo. Así también, el del oficial de «bersaglieri» a quien una granada ha tronchado las dos piernas, y que, en las convulsiones del dolor, se aprieta los labios con la mano para ahogar sus lamentos, que pueden descorazonar a los que pelean. el episodio, referido por Annunzio, del artillero que, en la defensa de la Isla Morosina, roto el hilo del teléfono que trasmite a las baterías las órdenes del comandante, se ofrece para ir a reponerlo, y entre espantosa lluvia de metralla permanece firme hasta finalizar la operación, después de la cual se desploma con las espaldas rojas de sangre, herido de muerte?
La malicia de Ulises, la travesura épica, tan propia del carácter de esta raza fina y sutil, pone frecuentemente su scherzo entre las notas trágicas, y sugiere ardides ingeniosos, como el de los sombreros de plumas y los cigarros encendidos que, colocados en las trincheras, provocan al enemigo a malgastar sus municiones, mientras, por allá cerca, los soldados huelgan y ríen.
Dos anécdotas hay que me parecen las más bellas; una por su irradiación de nobleza y de piedad; otra, por el heroísmo precoz, que se aureola de martirio.
Era en los primeros días de la guerra. la aproxiEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.