162 EOS EOS 163 son hermosísimos y cautivadores. Con ellos se hacen prodigios en el verso. Las estrofas a veces semejan banderas que el viento extiende súbitamente y luego encorva en pliegues caprichosos; a ratos, oleajes venidos en tumulto a desplomarse con languidez sobre la playa; en ocasiones, tambores que suenan rítmicamente y callan de pronto para dejar extenderse en el aire las cintas vibradoras de sus ecos; ora, sollozos entrecortados que al fin se prolongan en un gemido de dolor. En resumen, todo cuanto despierta en el ánimo la idea de una corriente sonorosa, atormentada a intervalos por la resistencia del obstáculo, que a la postre salta y se derrama largamente produciendo una fresca inundación. es de tal modo sugestiva y tentadora esa forma del verso que lleva en sí reflejadas las marejadas de nuestro sentimiento, que todos la abordamos comunmente al iniciarnos. Luego, asombrados ante su maravilla y como pesarosos de haberla profanado, nos alejamos de su culto con medroso respeto en vez de acometerla bravamente para hacernos dueños de sus arcanas armonías.
En la primera estrofa, usted consigue el efecto. Son las cinco. Ha sonado la campana dando la orden de salida; y su voz clara, sonora que se extiende vibradora, va animando a los obreros con sus hálitos de vida, va rompiendo la enojosa disciplina del taller. No oye usted esa campana. Con su voz clara, sonora! Escuche ahora el eco que salta en el viento como una onda gemela: que se extiende vibradora. Ahora vea como se hincha la gran ola y avanza rugiente y magnífica. va animando a los obreros con sus hálitos de vida»
Ya culmina, ya se desploma, ya se extiende. va rompiendo la enojosa disciplina del taller. He debido escribir «con sus hálitos de vida» y no con su hálito de vida, porque sólo así resulta el verso completo. Usted verá que siendo nulo el sonido de la h, para pronunciar separadas esa u y esa a habría que hacer un grande esfuerzo, impropio de la sedeña suavidad del verso.
Pero jah. fué tan sólo la estrofa primera la que condensó el acierto. Las otras discurren como agua turbia por terreno sin guijarros y sin oquedades, atropellándose a ratos con desorden, dejando al des cubierto a veces bancos formados por el limo de la vulgaridad. Omito en este punto la demostración, porque en su fresco vergel que ha venido a hollar mi planta reverente, señalo el cardo intruso por deber de sinceridad, pero mi atención jubilosa sólo se derrama en lluvia alegre sobre la pompa de las flores.
De la idea del poema ¿qué le dire? Que es encantadora y pertenece a aquellas con que el corazón arrulla nuestra inteligencia y nos lleva a poetizar el dolor mirándolo morder injustamente, según creemos, las carnes de los otros. Luego la vida, a veces, ilumina con rayos de justicia los cuadros que juzgamos de angustia inmerecida y retrocedemos desconcertados ante los detalles que la penumbra había velado a nuestros ojos.
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