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literaria, según dicen, que el eximio traductor de El Ave Azul, que nuestro ex representante en Washington, que el Secretario de Instrucción Pública no sepa estas trivialidades. Fué en ese instante (cuando iba aproximándose el espectro para besarlo en la frente) cuando murmuró las cuatro únicas sílabas que le oí: Soy la angustia. Lástima grande que Brenes Mesén no haya oído el discurso entero que le espetó el fantasma, porque las cuatro únicas silabas que oyó son verdaderamente trágicas y además son. cinco: Soy la an gus. tia. El filtro de su voz se vació en mi sangre y fué como una poción onírica que de pronto me levantó al ensueño. El filtro de su voz pudo hasta vaciarse en las venas de Brenes Mesén y mezclarse con su sangre; pero no vaciarse en ésta, porque la sangre no es vacija ni cosa que lo parezca. En cuanto al efecto de la poción onirica que de pronto lo levantó al ensueño, cualquiera sánalotodo pudo decirle que esas pociones nunca levantan al ensueño, sino que sumen en el sueño al que las toma y le hacen ver cosas, fantasmas, espectros, angustias y hasta procesiones. La de las Horas que vió Brenes Mesén, levantado al ensueño por el filtro aquél, deja chiquitas las de la Semana Santa de Sevilla. La teoría de las Horas, dice, desfiló por entre las columnas de los callados corredores de la noche. Teoría es procesión. Cada sesenta minutos desfiló una hora por entre las columnas de los callados corredores de la noche. Algo larga la procesión y no muy nutrida de pasos, que digamos, cuando mucho serían seis.
Prodigioso este Brenes Mesén. Unas veces ve en unos ojos que están más allá de las pupilas, en una negrura de abismo de pensamiento, dos flámulas profundas (įsi las llamará profundas por lo hondo que las vió. otras oye el canto estrellado de la noche, ve sangrar los espectros, siente su contacto y, olvidando que la noche entona cantos estrellados. como se guisan huevos, la convierte en casa de corredores callados, con columnas por entre las cuales desfila la solemne procesión de las horas. Prodigioso, Brenes Mesén. Lo sensible es que no sea único, que uno de sus discípulos y admiradores le vaya bebiendo los alientos. iy con qué garbo! Si parece que el filtro de Brenes Mesén se le hubiera «vaciado en la sangre. Es un poeta que ve cosas, como su maestro, raras y nunca vistas ni oídas. Describiendo lo que vió el primer hombre, dice. Ve.
acaso sobre la miasma el Sivaterio indómito que ambula fingiendo con los cuernos divergentes y los cascos lucientes un cedro deshojado que ARTICULA. No es esto superior a todas las negruras, y flamulas, y abismos, y espectros con sangre, y cantos estrellados de la noche, y corredores callados, y procesiones. Vaya si lo es! Un chivo gigantesco paseándose sobre un efluvio o aire meſítico, es algo como un elefante volando, y un cedro deshojado que habla claro no es menor prodigio.
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