Bourgeoisie

80 EOS EOS 81 disgusta a esas razas vivas, serenas, ligeras. El enfermo no se abate: dulcemente ve venir la muerte; todo sonríe en torno suyo. Allí está el secreto de esa alegría divina de los poemas homéricos y de Platón.
El relato de la muerte de Sócrates en el Fedón muestra apenas un tinte de tristeza. La vida, es dar su flor, después su fruto, a qué más? Si, como se puede sostener, la preocupación de la muerte es el rasgo más importante del cristianismo y del sentimiento religioso moderno, la raza griega es la menos religiosa de las razas. Es una raza superficial, que toma la vida como una cosa sin sobrenatural, sin más allá. Tal simplicidad de concepción proviene, en gran parte, del clima, de la pureza del aire, de la asombrosa alegría que se respira. y mucho más, de los instintos de la raza helenica, adorablemente idealista. Un árbol, una flor, una tortuga, provocan el recuerdo de mil metamorfosis cantadas por los poetas; un hilo de agua, una cavidad en la roca, que se toma como gruta de las ninfas; un pozo con una taza sobre el brocal; un canalizo de mar tan estrecho que las mariposas lo atraviesan, y, sin embargo, navegable para los más grandes barcos, como Poros; naranjos, cipreses cuya sombra se esparce sobre el mar; un bosquecillo de pinos en medio de las rocas, bastan en Grecia para producir el contento que despierta la belleza. Pasearse en los jardines durante la noche, escuchar las cigarras, sentarse al claro de la luna a tañer la flauta; ir a beber el agua a la montaña, llevando consigo un panecillo, un pez y un lécito de vino que se apura cantando; en las fiestas de familia, colgar una corona de follajes encima de su puerta y andar con tocados de flores; en los días de fiestas públicas, llevar tirsos cubiertos de ramos; pasar los dlas bailando o jugando con cabras domésticas, he aquí los placeres griegos, placeres de una raza pobre, económica, eternamente joven, habitadora de un país encantador que encuentra su bien en sí misma y en los dones que los dioses le han dispensado. La pastoral a la manera de Teocrito fué una verdad en los paises helénicos; Grecia gustó siempre de ese género de poesía delicado y amable, uno de los más caractesticos de su literatura, espejo de su propia vida, fuera de alli casi siempre nimio y facticio. El genio dulce, Ia alegría de vivir son las cosas griegas por excelencia, Esa raza tiene siempre veinte años: para ella indulgere prio no es la pesada embriaguez del inglés, el grosero folgorio del francés: es simplemente pensar que la saturaleza es buena y que uno puede y debe sometérsele. Para el griego, en efecto, la naturaleza es una consejera de elegancia, una maestra de rectitud y de virtud; la «concupiscencia. esta idea de que la naturaleza nos induce a obrar mal, es un contrasentido para él. El gusto del adorno que distingue al palícaro, y que se muestra con tanta inocencia en la joven griega, no es la pomposa vanidad del bárbaro, la tonta pretensión de la burguesía, engreída de su ridículo orgullo de parvenue: es el sentimiento puro y fino de Ingenuos mozuelos que se sienten hijos legítimos de los verdaderos inventores de la belleza. RENAN. El hombre no puede considerarse un ser caído de su primitivo esplendor, sino una naturaleza que Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.