France

56 EOS EOS 57 Anbelo Anhelo ser cual la serena fuente que va enredando sus canciones gratas, entre los lirios de sin par blancura y en los juncares que a sus bordes se hallan. rendida acaso al seductor hechizo del ruiseñor que en la espesura canta. Nunca en oleajes de pasión se riza, y en sus cristales con cariño guarda el raso azul del espejado cielo, o bien el rayo de la estrella blanca.
Uno, ilusión en el correr constante, otro, la rica floración del alma.
Podéis herirla con traidor guijarro: Ni os lo devuelve ni en enojo estalla; os baña el traje con cien mil diamantes, y sigue hilando su armoniosa charla, y va ciñendo a las amigas piedras sendas coronas de espumillas albas. Ah. Cómo envidio su vivir! Qué hermoso sentirse leno de nobleza tanta que esté colmado el corazón de dicha y aun se desborde con frescuras de agua trocando en campo de verdor el yermo do se detenga la errabunda planta!
Tener sonrisas que oponer al duelo; rimar canciones si la envidia brama; juzgar «edén nuestra parcela humilde, regarla siempre de fecundas ansias y alli a la sombra de un ideal querido dejar tranquila que florezca el alma.
EOSINA Recortes de diversos artículos de Luis Araquistain Conocíamos las victorias pírricas, llamadas así en honor de Pirro, famoso general griego a quien sus triunfos le dejaban más agotado y maltrecho que la peor de las derrotas. Pero no conocíamos la paz que, por analogía, habrá que llamar pírrica, esto es, una paz angustiosa y estruendosamente pedida por los vencedores. Los alemanes, ebrios de victorias pírricas, han querido coronarlas con una paz pírrica. No habrán enriquecido el arte de la guerra con ninguna nueva regla o principio; pero nadie les disputará la gloria de haber inventado un nuevo concepto, un nuevo Begriff, en el arte de hacer la paz.
Desgraciadamente para ellos, los aliados son gente obstinada que no se quiere persuadir de su derrota por razonamientos más o menos ingeniosos y espectaculares. Dicen los alemanes. Ved, enemigos, nuestras conquistas: alcanzan a una parte de Francia, pasando por toda Bélgica, llegan hasta las entrañas de Rusia y se extienden hasta el mar Negro. Negaréis que estáis vencidos y que os conviene aceptar la paz que generosamente os ofrecemos. Para los alemanes la guerra es como un juego cuyas reglas y propósitos ellos mismos han establecido durante la jugada. Creen que han ganado la partida y solicitan de sus contrincantes que lo reconozcan así.
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