20 EOS EOS 21 El maestro rural ha de vivir en el campo, y por eso debe recibir su preparación en el campo para aprender a amarlo. Imagínese el lector un joven que durante seis años ha vivido en los suntuosos salones de la Normal de Heredia, transportado bruscamente a cualquier pobre rincón de la República. Podría arraigarse allí. Permanecería siquiera dos o tres años?
Imaginemos, en cambio, un joven que ha hecho vida campestre durante cinco o seis años; alojado en habitaciones sencillas, construídas a veces por el y sus compañeros; acostumbrado a las faenas agricolas y al cuidado de animales domésticos; un joven que tenga algunos conocimientos prácticos de veterinaria, meteorología, mineralogía y otros que le permitan resolver las consultas de los labradores, y que además haya aprendido en la Escuela Normal a insinuarse en el ánimo de la gente rústica para ir desvaneciendo sus preocupaciones de un modo discreto; un maestro así es a mi juicio el que la escuela costarricense necesita.
Claramente verá el menos perspicaz que mi maestro rural va a tener la doble misión de educar a los niños y a los adultos, y que por eso debe diferenciarse del maestro urbano, que educa sólo a los niños.
El señor Brenes Mesén afirmó que no se necesita especial preparación, mejor dicho, que no debe existir la diferencia que yo establezco, pues el maestro que va a los campos debe ser de elevada cultura, ojalá algún filósofo, y hasta creo que citó un ejemplo. Acaso tenga razón, mas por desgracia aquí no tenemos filósofos; y en todo caso yo preferiría a un utopista como Tolstoi, un hombre como Washington, el Moisés Negro, ese prodigio de energía que con su propio esfuerzo, sin ayuda de nadie, hizo el milagro de rehabilitar una raza despreciada; ese negro ante quien se descubren con respeto los orgullosos yanquis y cuyo libro De la esclavitud a la libertad debiera ser lectura obligatoria en todas las escuelas hispano americanas, porque señala, mejor que todos los patrióticos discursos que se dijeron en la Asamblea de Heredia, el camino que debe seguirse para contrarrestar la acción absorbente y dominadora de la raza sajona.
Un negro así o un blanco, si es posible debiera ser el Director de nuestra Escuela Normal.
Porque yo ambiciono para Costa Rica una Escuela Normal que forme maestros instruídos, pero de acción; sensibles, pero no afeminados; una escuela en donde no se malgaste el tiempo en estériles lucubraciones metafísicas ni en ensueños poéticos; en donde se hable menos y se haga más; una escuela que tenga una hora de literatura por seis de ciencias; que viva más al aire libre que en regias salas; que realice excursiones, no en tranvía ni en tren, sino verdaderas exploraciones a lugares distantes, para habituarse a las dificultades y peligros; una escuela organizada en forma de República para que los alumnos lleguen a tener conciencia de sus deberes y derechos; en la cual no hava presión sectarista sobre las inteligencias; una escuela administrada por un profesorado homogéneo y bien preparado técnicamente; quiero, en fin, una escuela que sin Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.