314 EOS EOS 315 La cultura He aquí la cualidad más recomendable, la que más.
realza al escritor público. Ni se crea que es cosa fácil guardar compostura en las palabras cuando anda rehervido el ánimo. Requiérese cierta ecuanimidad, un gran dominio sobre sí mismo, no pequeña dosis de caridad, y sobre todo un respeto profundo al buen es tilo, que está reñido con la palabra tosca y plebeya.
Acontece a menudo que el calor de la disputa hace salir de quicio aun a los hombres más cultos y serenos en las relaciones sociales.
De aquí que el periodista debe estar siempre en guardia, a fin de que no caiga de su pluma una sola palabra que sea indigna de un hidalgo caballero.
Engáñanse los que piensan que el insulto es indicativo de energia, y que la frase hiriente desarma al adversario. Nada es menos cierto. Al enemigo hay que obligarlo con buenas maneras a que nos lea y nos estime. De otro modo nos envolverá con una sonrisa de desprecio. Si este silencio es lo que toman muchos por victoria, menguado triunfo que no deseo a ningún escritor público. El verdadero valor es siempre sereno.
La palabra que derriba al adversario es aquella que como aguja fina y brillante, le rasga el corazón, sin ruido, sin escándalo, de forma que en la pequeña herida sólo se advierte un punto de sangre. Harto se ha dicho que el insulto es la razón de los que no tienen.
ninguna. hay otra consideración que en el periodista debe despertar el deseo de ser culto. Con frases malsonantes, con burdas palabras, difícilmente se hace buen estilo, por más dotes que el escritor posea. Són ordinariamente los grandes periodistas hombres de letras que conocen el valor de las palabras y los secretos del buen gusto. Preocúpanse ellos de la frase limpia y correcta, de la forma seductora y artística. Pues bien: para ellos debe tener gran fuerza esta consideración a menudo inadvertida. El escritor que en las discusiones es cortés y respetuoso, tiene ya media batalla asegurada, pues el público está bien dispuesto a darle la razón, y el mismo enemigo ya muchas veces, obligado por la cortesía, hasta el punto de confesarse vencido. Cuántas veces una palabra oportuna y galante no ha sido el fin de ardientes disputas!
Antes de tomar la pluma, el periodista debería imponerse esta norma de conducta: no escribir nada que pueda entibiar una amistad o traer descrédito a la patria. Así veríamos menos amistades rotas y más hombres de mérito ocupados en el tráfago de los negocios públicos. Hay que observar en las luchas de la Prensa la misma práctica que aconsejaba Epaminondas para la guerra. Este hombre, integro y puro, mandaba a sus soldados que suspendiesen el fuego cuando en el campo contrario viesen amigos o parientes. Discuta ideas, exija rectificaciones, combata actitudes; todo esto puede hacerlo el escritor, pero de forma que pueda luego abrazar al amigo con el cariño de siempre. No era muy común en otras épocas, el salir abrazados del recinto del Parlamento colombiano adversarios que cualquiera hubiese creído irían a alistar pistolas y testigos?
ALFONSO ROBLEDO Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.