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272 EOS EOS 273 zas naturales, hacer pagar a Francia millares de millones, esto no es muy místico. el proyecto grandioso: Hamburgo, Golfo Pérsico, no estaba tampoco muy mal calculado. Como buenos comerciantes que son, los alemanes han debido de hacer muchas veces la cuenta de los riesgos y ventajas. Pareciéndoles mínimos los riesgos (Francia desgarrada por la lucha de los partidos; Rusia presa de la anarquía, con una burocracia venal y casi sin ferrocarriles. no había más que echarse sin miedo. Que cometieran errores en sus cálculos, que se mostraran particularmente mezquinos psicólogos, los sucesos lo han demostrado. Ello no quita que su empresa haya sido razonada, con perfecto conocimiento de los fines y de los medios. Las tendencias místicas. queremos organizar el mundo. han sido quizás inventadas para disfrazar los bajos móviles de rapiña. Le Bon mismo admite que el alemán moderno eno lucha como los ejércitos de la Revolución por el triunfo de una idea capaz de seducir a los vencidos, sino por una supremacía que permita acrecentar las ganancias comerciales. Su misticismo no le estorba, pues, para perseguir un fin muy práctico.
En el examen de las causas inmediatas de la guerra muestra Le Bon igualmente como los impulsos de orden sentimental y místico ganan a los de la razón, y con qué facilidad los gobiernos pueden ser arrastrados a hacer lo que no querían. En la semana angustiosa de las conversaciones diplomáticas. nadie» quería la guerra, y «sin embargo estalló, dando así un memorable ejemplo de la impotencia de los jefes de Estado ante el engranaje de las fatalidades creadas por las pasiones y los sentimientos de los hombres. Pero decimos nosotros si es evidente que Francia no ha deseado esta guerra; si Rusia, tras la experiencia del Japón, no estaba sin duda muy dispuesta a dárselas con un enemigo poderoso quién asegura que en Viena o Berlín no se le diera un empujoncito al «destino que se burla de la voluntad de los reyes. Sea como fuere, se admitirá de buen grado con Le Bon que en Inglaterra la unanimidad de la opinión en favor de la guerra y el alistamiento de los voluntarios han sido provocados por factores de orden sentimental: la devastación de las ciudades belgas y la matanza de sus habitantes. Le Bon hace un estudio impresionante de los sentimientos de los distintos países beligerantes durante los coloquios diplomáticos y en el momento de la declaración de la guerra, y del papel de la voluntad de los tres emperadores de Austria, de Rusia y de Alemania. Le Bon encuentra interesante, desde el punto de vista psicológico, el mostrar que tampoco el Emperador de Alemania quería la guerra; pero que, como él la declaró, sobre él cae la responsabili.
dad. No se olvide, por otra parte, que Alemania había hecho inevitable la guerra, por el aumento continuo de su armamento y el tono cada vez más arrogante de su diplomacia.
Con un interés que no se debilita ni un momento, recorrerá el lector los capítulos sobre los elementos psicológicos de los métodos de guerra alemanes, en particular el método de terror y su resonancia sobre los sentimientos de los neutrales, y, en fin, la parte del libro dedicada a las incógnitas de la guerra, o sea a sus consecuencias más o menos inmediatas. Le Bon prevé un porvenir muy sombrío. menos que soluEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.