242 EOS EOS 243 que es la decencia, la conducta de Wolff resulta universalmente reprochable. Pero en lo que a los alemanes toca, cuestión particularísima de ellos es desmascararlo. Lo que a nosotros nos subleva es que todavía haya neutrales, de presumible recta intención, que sigan aceptando como artículos de fe los despachos y los comentarios de estos profesionales de la mentira. Como es sabido, Max Nordau, celebrado escritor austriaco, está en España desde el comienzo de la guerra. Reiteradamente se ha intentado hacerle hablar sobre ella, y él, por una elemental discreción, se ha mantenido en un razonable mutismo. Pero Max Nordau había hablado ya. En un artículo que publicó La Nación, de Buenos Aires, donde colabora de antiguo, el 11 de agosto de 1904 y que estos días ha exhumado la excelente revista bonaerense La Nota, discurría Nordau sobre las razones que pueden explicar la «falta de simpatía casi general para Alemania, con la excepción quizá del imperio otomano, en toda Europa, y de Chile, en toda América. No es afirma Nordau ni envidia por la prosperidad comercial y económica de Alemania, ni rencor por sus incesantes armamentos. Por qué es entonces? Nos lo va a decir Max Nordau en el siguiente fragmento de su notable artículo; lo va a decir un austriaco que, por su gran ilustración, tiene motivos de saberlo. El extranjero no ve, naturalmente, la vida interna del pueblo alemán; ve sólo la fachada: el imperio y su gobierno. Poco le importa que en Alemania la riqueza aumente, que el nivel de la instrucción general suba, que las instituciones de previsión social se desenvuelvan. Todo esto interesa sólo a los alemanes; tanto mejor para ellos. Pero no es una razón para que el mundo ofrezca a Alemania sus simpatías. Lo que interesa al extranjero es el trabajo de ideas que se hace en una nación civilizada. el hombre gregunta. qué es lo que da esa nación a la humanidad. Cuál es su contribución al progreso universal. Hasta que punto nos ayuda a prepararnos, a todos nosotros y a ellos también, un porvenir mejor de libertad, de justicia, de emancipación intelectual?
Ahora bien: al formularse, con respecto al imperio alemán, preguntas como estas, que la solidaridad humana justifica, la respuesta que se recibe es cruelmente humillante para un alemán y divertida para los enemigos de Alemania.
Antes de 1870, Alemania tenía un ideal: llegar a su unidad nacional. Era un ideal algo exclusivo y egoista, pero, en fin, siempre era un ideal que podía entusiasmar hasta a un extranjero imparcial. Este podía decirse a sí mismo. La Alemania no ha podido dar todavía pruebas de todo su valor; está dividida en cien.
fragmentos; se ha visto paralizada en su desarrollo por la falta infortunada de una gran vida política; y, a pesar de estas circunstancias desfavorables, ha producido poetas maravillosos, filósofos soberanos, artistas sublimes. Deseémosle de todo corazón la entidad.
nacional a que aspira. Porque si la Alemania desgraciada, impotente, paralizada, ha podido ser la patria de los Herder, de los Goethe, de los Schiller, de los Heine, de los Kant, de los Fichte, de los Schelling, de los Hegel, de los Bach, de los Mozart, de los Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.