EOS 229 228 EOS los soldados. Todos lo necesitamos. Sin él, nada cuenta.
Se preguntaba a una mujer de noble mente. Cuál es la virtud más necesaria al hombre. Ella respondió: el valor. cuál es la virtud más necesaria a la mujer. También el valor. tenía razón. Sin valor, no hay nada, ni para el hombre, ni para la mujer. Las más bellas cualidades desaparecen: bondad, clemencia, buen juicio, perspicacia, laboriosidad, perseverancia, honor. No hay nada, si no hay valor.
cular virus (rabia o difteria) o en experimentar con pilas eléctricas de 20000 volts. No! Ese valor es tan común, tan simple, tan infantil, que me daría pena hablar de él y alabar a los que lo poseen.
El valor del sabio es muy distinta cosa. Consiste en decir siempre la verdad, la verdad redonda, con riesgo de disgustar la opinión común o desafiar las viejas rutinas inveteradas; consiste en sostener solo. contra la multitud de los profesores y de las gentes incultas, de los sabios y de los ignorantes lo que úno tiene por cierto y justo: es Cristóbal Colón yendo, con unas miserables carabelas, más allá de los mares conocidos, a descubrir un mundo nuevo; es Galileo, afirmando, contra la Inquisición y las torturas, que la Tierra gira sobre sí misma; es nuestro Bernardo de Palissy, creador de la paleontología, imaginando el arte de hacer porcelanas; es nuestro Pasteur, quien, antes de que la admiración unánime lo consagrara, no encontró entre los médicos y el público sino sarcasmo e incredulidad, pero prosiguió su obra, abriendo un nuevo período en la historia del mundo. un momento dado, la idea grande emitida por un sabio, parece siempre una quimera. El valor del sabio está en saber defender su quimera.
En uno de sus más extraños dramas, Ibsen, tratando de dar un consejo a Peer Gynt por boca de no sé cual mago, formula esta corta frase: SÈ TÚ MISMO. Para ser úno mismo, para no dejarse embriagar por los aduladores, corromper por los voluptuosos, desviar por los ignorantes, para resistir a los contagios morales, precisa un valor sin cesar renaciente. Ser úno mismo, a pesar de todos y contra todos; ir tras el propio pensamiento y, por consiguiente, no mentir jamás, tal es lo característico del valor. Se ha notado siempre que los mentirosos son cobardes; y, en efecto, el animoso no miente nunca.
Porque quien miente es por librarse de un peligro.
Los hombres de verdadero valor no son mentirosos.
Más que todos los demás hombres, necesita valor el sabio. No hablo, por supuesto, de ese valor trivial que consiste en manejar explosivos o en inoPrecisa también valor para soportar las pequeñas penalidades de la vida, a veces más crueles que las grandes. Todas las personas que están aquí, todas sin excepción, han tenido a sus horas que desplegar valor contra los males inherentes a nuestra pobre condición humana: desazones, insomnios, dispepsias, dificultades pecuniarias, vanidades heridas, molestias del carácter, Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.