216 EOS EOS 217 Usted y su familia van a vivir en este país que, como todos los de Hispano América, está expuesto a revo luciones desastrosas, en que las familias más honradas se encuentran, cuando menos lo esperan, despojadas de sus bienes y expuestas a la miseria, como usted lo ha visto. Sea ustéd, pues, económica, y aconseje la economía a su marido, y procure que ponga sus ahorros en donde puedan salvarse el día de un desastre, para el cual deben estar preparados.
Tenga usted siempre un confesor ilustrado y prudente, y consulte con él todo lo que interese a su tranquilidad y a su dicha en sus relaciones domésticas No quiera usted alucinarse imaginando que la vida es una cadena de contento y de satisfacción no interrumpida, no; la existencia es en todos los estados una alternativa de goces y penas, y para ello debe estar preparada. Sin embargo, la fe; la prudencia y el buen sentido producen diferencias muy grandes en la suma de los goces y de las penas entre personas colocadas en las mismas circunstancias; y es negocio de la primera importancia el saber úno dirigir su pensamiento y sus afectos en ese mar inconstante de la vida.
La fe y la razón nos enseñan que las cosas humanas no andan al acaso, sino que son regidas por una Providencia inteligente, justa y misericordiosa; que todos los acontecimientos se dirigen a un fin, que no está en nuestro alcance ni el prever ni el estorbar: por consiguiente, es un deber religioso y un acto de buen sentido el aceptar toda situación, todo acontecimiento, y acomodarnos a ellos por duros y adversos que fueren. Toda situación aceptada es llevadera, por amarga e insoportable que parezca. Pero cuando la persona se obstina en querer y en pretender que las cosas no sean como son; cuando se da a lamentarse y desesperarse, porque sus deseos y aspiraciones no se cumplen, porque su situación no es la que quisiera, esa persona vive en un continuo martirio; y como el lamento y la desesperación no tienen poder ninguno para alterar el curso de los acontecimientos humanos, pero sí lo tienen para debilitar la salud, para turbarnos en el cumplimiento de nuestros deberes, para alterar nuestra fuerza moral, para llevar al ánimo de las personas que nos aman la desazón y la tristeza, resulta que ese estado violento de resistencia a la realidad de las cosas, a la situación en que Dios ha querido ponernos, es ante la religión un acto de rebeldía contra la voluntad divina, y ante la filosofía, un acto de mentecatez. No se deje usted, pues, arrastrar a esa especie de delirio que centuplica el mal de muchas personas; sea cualquiera la situación adversa en que usted pueda verse, acéptela con la firme resignación que ordena la religión, con la fuerza del alma que aconseja la filosofía.
Un día tendrá usted que hacer con Mercedes, con María, con las hijas de usted, lo que en este instante hago yo con usted; quiera el Dios clemente y misericordioso que nos protege, que al trasmitirles estos consejos que le dirige la ternnra de su padre, pueda usted decirles que los ha practicado, y que ellos han Este consejo perdone Ud. la pregunta le servirá de algo? Para ele.
gir un confesor ilustrado y prudente, es indispensable poseer mucha ilus.
tración y mucha prudencia.
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