214 EOS EOS 215 Pues que la paz en la familia es una de las condi ciones más esenciales de la felicidad doméstica, es ne cesario no omitir sacrificio por conservarla, y por restablecerla si por desgracia se turbare alguna vez El enemigo más constante y más poderoso de la dulce paz de la familia es el orgullo, el amor propio.
Para impedirle que turbe esa paz apetecida, es menester poner toda atención y toda solicitud por no ofender en nada el amor propio de las personas con quienes habitamos, y para impedir que el nuestro, dándose por ofendido, rompa o entibie la amistad. No vea usted nunca las faltas y los defectos de las personas; si alguno, sea extraño o de la familia, qui siere hacérselo notar, aunque sea en tono de chanza, no acepte usted la manifestación; disculpe y defienda siempre al ausente. Esfuercese por calmar todo dis.
gusto, todo resentimiento que alcance a percibir entre personas de la familia. Guarde en perpetuo secreto todo dicho, todo hecho que pudiera ofender o turbar la amis tad entre esas personas, aunque otros hablen de ello, Tómese desde el primer día el hábito de informarse todas las mañanas de la salud de cada una de las personas íntimamente relacionadas con su esposo, y de lo que más les interesa, para ocurrir solicita a atenderlas y servirlas, cuando le necesitaren. Sea muy diligente y exacta en cumplir los deberes que la costumbre impone en las relaciones sociales, sin dejar nunca para mañana lo que pueda hacer hoy. Busque las amistades más íntimas de la familia y no fuera de ella; y ponga atención y solicitud en todo lo que a ésta interesa.
No es raro en la sociedad de las familias, existrendo las más amistosas relaciones, ocurran ligeras contrariedades, que son algunas veces efecto del mismo sentimiento de unión y de amistad; si tal ocurriere alguna vez entre la familia de su esposo y la de su padre, póngase usted en favor de la primera.
La razón es obvia: en el ánimo de un esposo pudiera entrar la duda de que su mujer lo prefiere a todo, y esto debilitar su cariño; y el amor de padre es indestructible, y en su corazón no cabe duda alguna sobre el afecto de sus hijos. Por lo mismo, prefiera usted en sus atenciones y cuidados la familia de su esposo a la de su padre.
Yo he sufrido y sufro cruelmente, pero todo mi sufrimiento procede de una sola fuente: la pérdida y el padecer de tantas personas queridas. Fuera de esto he vivido tranquilo, contento y feliz, debiendo esa tranquilidad y ese contento a dos propensiones felices que Dios me dispensó: la primera es la de olvidar toda ofensa, grande o pequeña, y no abrigar ningún sentimiento rencoroso de venganza ni de envidia; la segunda consiste en mirar como una tontería las aspiraciones de la vanidad. Hágase usted la heredera de estas dos propensiones o hábitos interiores, que, mejor que yo, los poseía también aquel angel de bondad que fué madre de usted. Si, posesiónese usted de esos hábitos, y ellos le darán la paz del alma, que el odio, los resentimientos y la fiebre de la vanidad destierran de la mayor parte del género humano. La sencillez de la vida nos ahorra mil diarias molestias, y no produce inconveniente alguno. Las aspiraciones al boato, al lujo, no procuran satisfacción alguna, pero sl inquietudes, desazón ruina.
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