208 EOS EOS 209 deber y una necesidad. Las faltas pueden ser de diferente naturaleza y de diferente gravedad, y según esto la conducta de usted debe variar; pero en ningún caso se deje usted arrebatar por la exaltación hasta reconvenir con acrimonía a su marido, enrostrarle sus faltas, o disputar enojosamente con él. Se mejantes medios no conducen jamás a un buen resultado, y producen siempre efectos deplorables. La mujer prudente, que sabe dominarse, tiene armas mucho más poderosas y seguras. Un hombre enojado puede irrespetar y ofender a una mujer airada que lo reconviene y denuesta; y queda desconcertado y rendido delante de la dulzura.
Para una novia y para la recién casada, el marido se presenta desde el punto de vista de un amante, antes que de cualquier otro; y voy a decir a usted unas pocas palabras sobre esto.
La mujer aspira y debe aspirar a que el amor de su esposo se mantenga siempre vivo y siempre nuevo.
El que esto suceda no depende de le voluntad del segundo, sino del discreto y atinado proceder de la primera. No debe, pues, la mujer entregarse confiada en la sinceridad de las promesas y juramentos de amor eterno que haya recibido, porque aunque la sinceridad de estos juramentos sea la más cumplida, la mujer no continuará siendo amada, si no continúa siendo amable. Qué deberá hacerse para llenar esta condición? He aquí en verdad, la cuestión más importante a los ojos de toda novia, de toda recién casada; sin embargo, la mayor parte de ellas no se preocupa mucho de este asunto, porque el atolondramiento y la presunción, naturales en su edad, las persuaden que sus dotes y sus prendas, que fueron poderosas para cautivar al amante, lo serán mucho más para dominar siempre el corazón cautivado. Des graciadamente las más de ellas se engañan, y este engaño es la fuente de grandes amarguras.
La primera condición, la condición esencial que hace a una mujer amable en todas las edades y en todas las circunstancias de la vida, es una virtud sincera; pero no es bastante la virtud encerrada en el corazón, es necesario que ella sepa mostrarse en aquellas exterioridades dulces e insinuantes que atraen, que embelesan, que dominan.
Para mantener siempre vivo el amor de un esposo es necesario conservar en todas las relaciones con él, con exquisito esmero, la modestia y el pudor de una virgen, que engendran y alimentan el amor. La familiaridad descocada, lo agosta y lo disipa.
Los sirios y otros orientales usan una preparación de arsénico, que tomada en cierta pequeña dosis, robustece las fuerzas y aumenta el esplendor de la belleza; pero el exceso en la medida produce un cfecto diametralmente opuesto; las fuerzas se aniquilan, y una consunción lenta, pero incurable, es el último resultado. Así suele morir el amor en muchos matrimonios.
La negligencia de algunas mujeres en estar siempre aseadas y prendidas les hace perder a veces los efectos gratos que su modesta compostura produce a los ojos de sus maridos. Es muy común en las que reúnen al descuido la vanidad, que estén desgreñadas y desapuestas en su casa, y aparezcan muy ataviadas en la calle, desdeñando así la consideración de sus esposos Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.