206 EOS EOS 207 Dios, pronunciada por la boca de Adán en el Paraiso, y que parece esculpida en el corazón de sus hijos; y ésta es también la ley que la razón y la experiencia establecen como base de la dicha doméstica.
Su esposo es su amante, es su primer amigo, su protector, su compañero durante el viaje de la vida; y estas condiciones producen relaciones y deberes, cuya práctica ocupará todos los instantes de la existencia de usted. Si esta práctica va siempre acompañada de aquella dulce espontaneidad que nace del cariño y del sentimiento de estar cumpliendo un deber impuesto por Dios, para su propio bien, el contento y la satisfacción llenarán su alma, y en medio de las amarguras de la vida, esa inocente satisfacción será más seguro lenitivo.
No pretenda usted que su marido no tenga defectos, que sea superior a todas las pasiones, que en todos sus actos y en todas sus palabras sea siempre razonable; hombre semejante no ha existido, y sería en vano buscarlo.
Una de las primeras atenciones de usted será estudiar las inclinaciones, los hábitos y los gustos de su esposo, para no contrariarlos. No pretenda usted imponer su voluntad; ni siquiera el sacrificio de aquellos hábitos y gustos, por insignificantes que le parezcan; por el contrario, haga usted de manera que él pueda seguirlos sin estorbo. Frecuentemente sucederá que haya entre los dos hábitos y gustos opuestos; no vacile usted un instante en sacrificar los suyos propios; anticipese siempre a hacerlo.
Las personas soberbias o egoístas no aciertan a practicar esto, o lo ejecutan con repugnancia: en el primer caso, se hacen pesadas y molestas, y al fin hostigan el cariño de los que las aman y las sufren; en el segundo, viven en un estado continuo de contrariedad y de mortificación. No así las personas de índole generosa, que hallan siempre una fuente fecunda de satisfacción en los frecuentes y pequeños sacrificios que se imponen en obsequio de los que aman.
No haga usted cuenta de los defectos que pueda notar en su esposo. Ellos deben ser para usted un secreto inviolable; ni a él mismo ni a nadie hable usted nunca de ellos, aunque le parezcan notorios. Si fueren de tal naturaleza que puedan sin grave contrariedad enmendarse, aproveche usted las ocasiones oportunas de jovialidad y buen humor, cuando no haya testigos, para insinuar alguna observación, en tono de broma y de dulzura.
La mujer prudente se goza y se gloría en las buenas prendas de su esposo, y sin hacer importuna ostentación de ellas, hace de manera que se perciba que las reconoce y estima, y que está de ellas satisfecha.
Sea cual fuere la confianza en el trato intimo, en público debe usted mostrar siempre la más decidida deferencia por su esposo. Todos los que la traten a usted, tanto de la familia como de fuera de ella, deben comprender en las acciones, en las palabras y hasta en los menores gestos de usted, no sola.
mente el cariño y la cumplida estimación que usted debe consagrarle, sino una espontaneidad constante en anteponer en todo la voluntad de él a la suya.
El hombre más perfecto está expuesto a cometer frecuentes faltas; y por tanto la tolerancia es un Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.