186 EOS EOS 187 Ocaso Fuése la lluvia que apagado había del sol poniente la dorada luz, y asi otra vez sonriente aparecía flotando al viento su amarillo tul.
qué combate por una causa injusta pelea también por algo superior a sí mismo. El soldado que se dice. No sé quién tiene razón en esta guerra. Lo que sé es que de este lado pelean los míos, y con ellos estoy. también puede tener tranquila la conciencia, aunque no tanto como aquel otro que diga. Los míos están de este lado, la razón del otro; y yo, con la razón. La guerra puede ser horrible cuando se obliga a pelear a un hombre contra su conciencia; o cuando se dirige mal y se somete a los soldados a mayor cantidad de fatigas, de privaciones o de tensiones nerviosas de las que pueden soportar sus naturalezas.
Pero cuando existe en el soldado la conceincia de la justicia de su causa, cuando su alimentación es suficiente, cuando tiene bastante vestuario para afrontar el frío, cuando no abusa el mando de sus fuerzas, y.
cuando se le trata con respeto, la guerra es alegre, ha sido siempre alegre, tiene que ser alegre. Si no fuera alegre, no la soportarían los hombres. la idea de la muerte se familiariza el soldado ya horas antes de entrar en fuego. Puede venir en cualquier momento. No es razón para entristecerse.
Ya se sabe que puede venir. Vendrá cuando Dios quiera. Contra la muerte nada puede el hombre. Contra lo que se puede es contra el miedo. En esta batalla sí que es posible alcanzar la victoria. es cosa inexplicable, pero positiva. En cuanto se ha logrado dominar el miedo, el alma se nos llena de alegría. esta es la alegría de la guerra.
RAMIRO DE MAEZTU las torres, los muros y tejados, las baldosas, las verjas y el ciprés, todos, todos, a un tiempo eran tocados con el oro del mágico pincel.
La engendró Poesia. tarde hermosa que a sentir convidaba y a soñar. llevar como libre mariposa nuestras ansias al cielo del Ideal.
Solitarios vagar, a la ventura.
sin hora fija de tornar. sin rumbo, respirando la paz y la frescura que descienden flotantes sobre el murdo. encerrarse en el mistico aislamiento del santuario, que allá en nuestro interior, solo turban la voz del sentimiento y el pausado latir del corazón.
Doble hilera de sauces que encamina al lejano, tranquilo cementerio, fué llevando mis pasos, pero nunca detenerlos alli fué mi deseo.
No la helada tristeza de las tumbas, ni nostalgias, ni fúnebres recuerdos anhelaba mi mente soñadora.