146 EOS EOS 147 La realidad del bien y del mal Lo que caracteriza a las sociedades modernas es que el pueblo y las clases cultas no pueden entenderse en cuestiones de moral, que son las fundamentales. El pueblo cree y con razón, a juicio mío que unas acciones son buenas y otras malas. Las clases cultas ven, por el con trario, que la bondad y la maldad son valores que nosotros ponemos sobre las cosas. La misma acción que a unos parece buena, a otros parece mala. La bondad y la mal dad dependen de la perspectiva de cada uno.
Claro está que hay personas religiosas y muy cultas que no creen en esta relatividad de la moral. Pero estas personas religiosas, conscientemente religiosas, son muy raras. La mayoría de las personas religiosas no se atreven a pensar, por temor a que el pensamiento les conduzca a la duda. No es esa mi opinión, sin embargo.
Estoy convencido de que el pensamiento conduce a la fe.
Hago estas observaciones porque se me figura que los tiempos han cambiado y que una de las mayores sorpresas que la guerra europea nos está preparando es el retorno al absolutismo en cuestiones de moral.
En un periódico inglés encuentro hoy estas lineas. El honor de Alemania depende del número de alemanes que tengan el valor, en la hora actual, de alzarse contra su pais. Esos hombres serán los verdaderos mártires de Alemania. Es verdad que también hay ingleses que se figuran que alcanzarán la palma del martirio con sólo oponerse a la causa de su país. Pero se engañan.
La Historia no consagra a los mártires meramente porque hayan tenido el valor de oponerse al sentir dominante, sino que también exige que su causa sea justa. Los mártires del cristianismo están en los altares; pero de los mártires del paganismo el mundo sabe apenas que existieron.
La posteridad alzará estátuas a los pacifistas de la Alemania actual. Pero cúrense de sus ilusiones los «objetantes concienzudos» de Inglaterra. No solamente se verán perseguidos en vida, sino que lo probable es que sus memorias sean deshonradas después de su muerte. Estas cosas no las escribe un hombre a quien las pasiones de la guerra se le han subido al entendimiento. Las escribe, por el contrario, un espiritu frio que no hace más que aplicar al mundo de la ética el mismo realismo ya triunfante en la filosofia novisima, y que es, en substancia, el mismo realismo de la Edad Media.
Son realistas los hombres que creen, no solo, en la realidad de las cosas externas, como este pedazo de papel, sino los que creen también en la realidad de cosas de otro orden, como el número u otro número cualquiera, como un circulo con sus propiedades, como la contenida en la preposición en o en otra preposición cualquiera, como la que expresa el verbo escribir u otro verbo cualquiera, como la verdad, como la lógica, como el bien, como la belleza, como la justicia, etc. etc.
Para un realista el mundo no se compone tan sólo de realidades materiales, como las que se estudian en las ciencias físico naturales, sino también de otra clase de realidades no materiales ni tampoco mentales. La mente nos coloca o nos puede colocar en contacto con ellas o con algunas de ellas; pero son tan externas a la mente como esta pluma con la que este articulo se escribe.
La verdad de una proposición matemática es independiente de que se conozca o de que no se conozca. Si mañana desaparece el género humano, seguirán siendo ciertas las verdades matemáticas. Una partitura de Beethoven es en si lo mismo para un músico que para un negro bozal. La diferencia es que el negro bozal no verá en ella más que garabatos incomprensibles, mientras que el músico la leerá de corrido. El ser de una partitura de Bethoven no tiene nada que ver con que la conozcamos o no. El realismo ético cree, a su vez, que las cosas, y sobre todo las acciones, tienen la propiedad de ser buenas o malas y que éste su valor intrinseco es independiente de que unos hombres las crean buenas y que otros las créan malas.