Opportunism

144 EOS EOS 145 Para los muertos Quo citius rursum natura perempta resolvat, da tua pur.
ganti membra cremanda rogo.
Nosotros, los que tiramos del carro, los utopistas, los sedientos de justicia, los eternamente burlados por los saltimbanquis de la política y los caballeros del oportunismo, nosotros los APASIONADOS (como dicen hoy aquellos que se llamaban ayer nuestros discipulos) no encontramos paz fuera de la propia conciencia. No encontramos paz ni en el cementerio mismo. Qué de inmundicias bajo flores. decíamos allá el jueves La cremación será también una utopía de higienistas. Оigan! y no sean maricas» nos respondió un esqueleto de idealista. La primer idea de cremación no debe atribuirse a la civilización presente. En la oscura noche de tiempos muy lejanos encontramos los recuerdos de las piras, hogueras y sagradas llamas purificadoras, a las cuales muchos pueblos antiguos, especialmente los griegos, acostumbraban consignar con rito solemne los despojos de sus pobres muertos. La civilización nueva, la nueva religión, al revolver las usanzas, han gradualmente condenado aquella costumbre, sacrificando la higiene ante un principio menos justo de moralidad, considerando la incineración del cadáver casi como una manifestación de tendencias materialistas en choque con la convicción de la inmortalidad del alma y, por lo tanto, contraria a la religión de los muertos. Trastocando todo, se elevó al sumo honor la sepultura, en homenaje a Cristo sepulto, mientras que antes sólo por castigo eran destinados los cadáveres a la putrefacción en el seno de la tierra; y la pira, que el rito antiguo consagraba a solemne ceremonia funeral, fué reservada al extremo y nefando suplicio de las víctimas de la religión cristiana, digo, de los falsos intérpretes de esta religión, convertida por ellos en instrumento de venganza y exterminio. Giordano Bruno, Arnaldo de Brescia, Girolamo Savonarola, Cecco de Ascoli, para recordar sólo algunos, consumidos por las llamas encendidas por los terribles siervos de la Inquisición, han escrito en la historia una página de oprobio para aquella pira, que en otros tiempos que nosotros llamamos bárbaros, representaba una alta y noble idealidad. Terminado el período nefasto en que, en nombre de la religión que enseña la caridad, se quemaba a los vivos y no a los muertos, el concepto de la cremación fué casi olvidado; pero resucitó en el siglo XVIII y tuvo apóstoles fervientes, los cuales, no por sentimientos irreligiosos, sino por exigencias de higiene, de moral y, de economía, han defendido y sostenido las nuevas ideas, reclamando el honor para la sabia costumbre, practicada antes en forma rudimental y hoy armada de aparatos y sistemas racionales, que quita casi el aspecto de palidez a la muerte y le da apariencias menos amedrentadoras y más aceptables para los parientes y amigos que tributan al extinto el último saludo.