EOS 139 EOS 138 Todos estos atributos fundidos entre sí y esmaltados por el genio popular, ingenioso y emprendedor, laborioso y sencillo, han formado un tipo de gente robusta, enérgica y trabajadora, aficionada al lucro y al ahorro, tenaz en sus empresas, amiga de la educación, republicana en el sentido liberal y también en el de muy sometida al espíritu público, celosa de los derechos y garantías civiles y políticos, dotada de inteligencia difundida entre las diversas clases y comparable a una selva extensa de vigorosos árboles, aunque en ella no suelan ofrecerse palmeras reales ni árboles gigantes. La fraternidad se presenta bajo la forma de hábitos antiguos, patriarcales y cristianos, como cuando el acaudalado minero sudaba barra en mano al frente de su mina, acompañado de sus trabajadores, o cuando el dueño de la recua guiaba los lucios mulos y atendía a la faena como cualquiera de sus arrieros, o cuando el hacendado gobernaba la yunta como cualquiera de sus gañanes, aguijando los bueyes con la mano hidalga que tostó el sol y encalleció el arado. De todo esto cierta hermandad e igualdad tan cristiana como republicana, que suaviza el trato y cimienta la franqueza, sin menoscabar por eso lo que piden el respeto y la subordinación.
Contemplando todo esto, han creído algunos hallar en Antioquia ciertos indicios de herencia israelita. La habilidad para los negocios y el amor al lucro; las capacidades intelectuales para lo abstracto y también para lo práctico; las aficiones cosmopolitas; el hábito de llamarse hermanos; lo numeroso de las familias; las endebles disposiciones para las arterías y triquiñuelas de la política; la afición a la carne del animal prohibido en el Levítico; el celo religioso; el aislamiento que predominaba antes de ahora en las familias; los semblantes del rostro, y la esbeltez del cuerpo, en que se advierten a veces el color y la viveza y el nervio de las gentes semitas, todo esto ha servido de fundamento a dicha suposición. Pero ya se ve que el cúmulo de influencias y circunstancias que quedan apuntadas y otras muchas que usted habrá hallado o puede hallar por medio de su talento e ilustración, explican de sobra todos aquellos rasgos de la fisonomía de este pueblo, sin necesidad de buscar o imaginar orígenes no sólo arbitrarios, sino inverosímiles y aun imposibles, si se examinan detenidamente.
En la segunda parte de su hermosísima carta, explica el señor Suárez el «conservatismo religioso» de los antioqueños, tan lógico, tan sincero, tan varonil, y hace ver cómo acatan ellos la autoridad espiritual, libremente, por íntima convicción, sin que hayan de mezclarse alguaciles, soldados o magistrados.
Concluye así: El sistema es el pan y el ambiente del espírítu. La contradicción, la inconsecuencia, lo indefinido, la falta de principios, la amalgama del sí y el no, la confusión de ideas tomadas unas veces del credo y otras de una filosofía descosida y liviana, todo esto constituye para el entendimiento una enfermedad, para el individuo una desgracia y para el pueblo un peligro.
El autor de la carta infirma la regla.