136 EOS EOS 137 rreros tan insignes como Girardot, Córdoba y Mejía, ya secundando las empresas militares del sabio Caldas, o defendiendo valerosamente y sacando avante la autoridad del Libertador. Organizada la Nueva Granada, la historia de Antioquia se presenta por regla general como sucesión de hechos favorables a los fueros de la autoridad legítima, que fue lo que sucedió especialmente en 1840 y 1854. La guerra de 1860 fué para aquel país escuela y ejercicio de lealtad y heroísmo, pues durante tres años mantuvo en zozobra la suerte de la más injusta revolución y conquistó recuerdo perdurable por medio de las campañas de su tercera división en el Cauca y de los esfuerzos que en favor del Gobierno legítimo supo desplegar dentro de su mismo territorio.
Por la preponderancia de la opinión pública, por el respeto a la legitimidad y por cierta franqueza incompatible con intrigas desacreditadas y escandalosas, la política de Antioquia cede casi siempre el campo a la administración pública, la cual se distingue por el acierto, la franqueza, la economía y la honradez. Hay allí cierta feliz ineptitud para las argucias, sofisterías y enredos que suele emplear en otras partes el genio de los hombres políticos. Buscar allí complicaciones electorales provenientes de ciertos juegos de ingenio mezclados con el escándalo y la ilegalidad, sería pedir peras al olmo. La educación ha tenido indudablemente mucha parte en estos hábitos, pues el maestro principal de los antioqueños no sólo en los colegios sino en la Prensa, en las Asambleas y en la Administración, fué el doctor Mariano Opina, quien seguramente puede calificarse como verdadero profesor de ciencias, de moralidad, de probidad y de firmeza.
Después de muchas vicisitudes, Antioquia tuvo en el doctor Berrío otro maestro de las mismas costumbres, no ya como profesor, sino como gobernante experto y afortunado, que en una administración larga y feliz comprobó prácticamente como se avienen el genio de la tierra y los gobiernos conservadores para consolidar la paz y el adelanto. En ese tiempo constituyó Antioquia por su bienandanza y progreso, una especie de isla afortunada en medio de las agitadas aguas de la política nacional, que fué para la República causa fecunda de intranquilidad y atraso. En seguida se mudaron los tiempos y el argumento ab absurdo siguió comprobando la conveniencia de las ideas conservadoras seguidas por aquella población, pues las administraciones que alteraron esas prácticas produjeron al país el malestar más profundo y fueron causa de disenciones tan perniciosas como tal vez no se han presentado en ningún otro país colombiano.
Sobresale entre los caracteres de aquel pueblo su aquilatada religiosidad, su apego tradicional a la doctrina cristiana y su veneración a las personas y cosas sagradas, cualidades que se derivan de los orígenes, circunstancias y condiciones que hemos apuntado y que han recibido especial vigor debido a la educación dirigida por un sacerdocio ejemplar e ilustrado y por escritores y maestros tan doctos como intachables. todo esto se agrega, para explicar la indole religiosa del antioqueño, su espíritu cuerdo y sensato, que le hace reconocer en la religión el fundamento más sólido de la República, la base de las costumbres y una condición indispensable para el progreso de los pueblos.