92 EOS EOS 93 que ha sentido tantas veces la caricia del sudor, lleva impresa la alegria, el contento del que espera ver premiada su fatiga, con los besos de una madre que le abrace y le bendiga, con las lágrimas de gozo que no queman al correr.
Las monedas que reciben presurosos con marcados regocijos, cuyos suaves tintineos acrecientan los deseos de su dueño, que ve en ellas el apoyo de los hijos, el consuelo que suavice de una anciana la vejez, mucho temo que se queden en el fondo de las copas de la próxima cantina, pues hay seres infelices, desgraciados, que no pueden hacer uso del dinero, a no ser para lanzarse por el triste derrotero de los vicios, donde dejan su salud y su honradez.
Sólo cuenta quince abriles, y el destino le ha confiado ya su carga: enfrentado con la vida, ha empezado una partida tan difícil que se torna casi siempre muy amarga. Pobre niño. qué temprano se termina su niñez!
Hace apenas cuatro meses su buen padre daba vida y alegrias al hogar; hoy descansa ya a la sombra de los fúnebres cipreses, y los pobres hermanitos pasarán muchas miserias y trabajos inauditos, si él no lucha como un hombre y hace frente a la escasez. Qué de caras tan distintas pueden verse contemplando la salida!
Unas frias y severas; otras rien placenteras y mitigan con su risa las congojas de la vida; muchas hay que van marcadas con el sello del desdén o que dejan traslucir en el gesto de sus labios la amargura y el dolor. entre el grupo de artesanos ¡cuánto gusta ver surgir de los niños las caritas encendidas, sudorosas y de paso tiznaditas tierno beso que el Trabajo señaló sobre su sien. Cuántos nobles pensamientos han debido despertarse ya en su mente. Cuántas intimas ternuras han mezclado sus dulzuras con las bellas ilusiones que se ciñen a su frente, y le alientan, le confortan en la senda del deber!
Comprendiendo su misión, van creciendo y van tomando proporciones de gigante los impulsos generosos que abrigara el corazón; y su tierna voluntad, que creyérase muy débil por razones de la edad, convertida en fuerte brazo se alza firme sin ceder. Qué simpático ese niño que se aleja presuroso calle abajo, con su traje de mezclilla, que le sienta a maravilla, donde ostenta con orgullo los vestigios del trabajo, del trabajo que redime, fortalece y da placer!
En su cara placentera, Muy temprano cuando asoman dulcemente los fulgores de la aurora