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56 EOS EOS 57 de la Providencia para castigar a Francia por haber expulsado las congregaciones.
Esta interpretación un poco libre y de dudosa ortodoxia, envolvia una injusticia cruel contra la católica Bélgica y contra los millones de fervientes católicos franceses e ingleses. Pero no era toda la culpa de los que asi adoptaban con ánimo ligero el «viejo Dios Alemán que el Emperador Guillermo invocó tantas veces en sus primeras proclamas. El Vaticano, todos lo sabemos, no tenia en aquellos dias una política clara y definida. Corrian versiones explotadas por la propaganda alemana que mantenian en dolorosa inquietud a los pueblos católicos que figuraban entre los aliados. Hombres de gran fe religiosa se preguntaban si se les iba a obligar a escoger entre sus sentimientos patrióticos y el sometimiento a una política romana que, dentro de la más perfecta ortodoxia, podian juzgar errónea.
El clero de Chile comprendió el peligro aun antes de que el Vaticano hubiera dado muestras de que no vinculaba los intereses del catolicismo al Imperio aliado del mahometismo, que destruia iglesias y fusilaba sacerdotes en Flandes, mientras sus agentes predicaban en Asia y Africa la guerra santa contra el cristianismo.
Por otra parte, ni antes ni después el clero o los católicos que simpatizaban con la causa alemana hicieron pública manifestación de sus sentimientos. Su órgano oficial, ya lo he dicho, mostró que no deseaba ser considerado germanófilo. lo que es más importante, no pocos sacerdotes respetables y hombres distinguidos de valer intelectual, profesores y profesionales, no ocultaron sus convicciones enteramente favorables a los Aliados. Uno de los profesores más eminentes de la Universidad Católica de Santiago, don Juan Enrique Concha, que con tanto brillo ocupa la cátedra de Economia Social, ha mostrado en publicaciones recientes sus simpatias por los Aliados, su convencimiento de que sostienen una causa justa, y ha dejado ver su especial admiración por Francia cuyas escuelas económicas han sido objeto de sus estudios desde hace varios años.
La guerra nos ha revelado un mundo de ideas que presentiamos y que nos acercan a los pueblos latinos de Europa con los cuales tenemos comunidad de origen, de intereses morales y de rumbos de cultura.
Nuestra civilización tiene un origen puramente latino.
Procede en primer término de España y ha sido modificada esencialmente por la influencia francesa que hemos recibido durante todo el siglo xix.
No podemos concebir una evolución que nos llevara a caminos opuestos a esos. Cuando un pueblo tiene una raza definida, con una historia que le ha permitido constituirse en una nacionalidad bien determinada, no puede aceptar un cambio de civilización impuesto por una influencia externa, sin renegar de sí mismo y renunciar a su carácter y su constitución esencial.
Dispuestos estamos a recibir las influencias de otros países y a tomar de cada uno de ellos lo que nos parezca convenir mejor a nuestro progreso. Mucho nos place sentir que en Chile se verifican esas fusiones de ideas en las cuales las culturas diversas influyen las unas sobre las otras.
Pero hay un fondo esencial determinado por nuestro origen y nuestra primera formación intelectual que nadie será osado a tocar. La forma imperativa, avasalladora, absorbente de toda penetración alemana, tal como la comenzábamos a sentir en nuestro país y como la ha revelado con mayor claridad la guerra actual, es incompatible con la existencia de una nación libre y sólo puede aplicarse a pueblos que se suicidan.
Nosotros deseariamos que los que hoy son Aliados siguieran manteniendo su acuerdo después de la guerra para bien de la humanidad y constituyeran un núcleo que deberia ser centro para la solución de muchos problemas humanos que nos interesan. Ellos serían de esta manera los campeones del nuevo ideal.
Se habla mucho de la renovación del ideal latino. La expresión es todavia vaga y seria menester precisarla en palabras y en hechos. Si ese ideal latino consiste en el respeto del principio de nacionalidad en una forma efectiva, en la difusión de la cultura que nació en Roma y que ha llegado a producir las libertades de que hoy gozan o a que aspiran