AnarchismSocialism

34 EOS EOS 35 La cuestión no consiste, pues, en que la escuela se llame laica, neutral o racionalista; o, según nuevas y posibles denominaciones, naturalista, realista, etc. Esto sería un simple juego de palabras trasladado de nuestras preocupaciones políticas a nuestras opiniones pedagógicas.
El racionalismo variará y varía al presente según las ideas de los que lo propagan o practican. El neutralismo, por otra parte, aun en el sentido relativo que debe dársele, queda a merced del preceptor según el grado en que sea capaz de permanecer libre y por encima de sus propias ideas y sentimientos. Mientras enseñanza y educación vayan confundidas, la tendencia, ya que no el propósito, será modelar la juventud conforme a fines particulares y determinados.
Pero en el fondo la cuestión es más sencilla si se atiende al propósito real más que a las formas externas. Alienta en cuantos se pronuncian contra la enseñanza religiosa, el deseo de emancipar a la infancia y a la juventud de toda imposición y de todo dogma. Vienen luego los prejuicios políticos y sociales a confundir y mezclar con la función instructiva, la misión educativa. Pero todo el mundo reconocerá llanamente que tan sólo donde no se haga o pretenda hacer política, sociologia o moral y filosofía tendenciosas, se dará verdadera instrucción, cualquiera que sea el nombre en que se ampare. precisamente porque cada método se proclama capacitado no sólo para enseñar sino también para educar según principios preestablecidos y tremola en consecuencia una bandera doctrinaria, es necesario que hagamos ver claramente que si nos limitáramos a instruir a la juventud en las verdades adquiridas, haciéndoselas asequibles por la experiencia y por el entendimiento, el problema quedaría de plano resuelto.
Por buenos que nos reconozcamos, por mucho que estimemos nuestra propia bondad y nuestra propia justicia, no tenemos mejor derecho que los de la acera de enfrente para hacer a los jóvenes a nuestra imagen y semejanza. Si no hay el derecho de sugerir, de imponer a los niños un dogma religioso cualquiera, tampoco lo hay para aleccionarlos en una opinión política, en un ideal social, económico o filosófico.
Por otra parte, es evidente que para enseñar primeras letras, geografía, gramática, matemáticas, etc. tanto en su aspecto útil como en el puramente artístico o científico, ninguna falta hace ampararse en doctrinas laicistas o racionalistas que suponen determi nadas tendencias y, por serlo, contrarias a la función instructiva en sí misma. En términos claros y precisos: la escuela no debe, no puede ser ni republicana, ni masónica, ni socialista, ni anarquista, del mismo modo que no debe ni puede ser religiosa.
La escuela no puede ni debe ser más que el gimnasio adecuado al total desarrollo, al completo desenvolvimiento de los individuos. No hay, pues, que dar a la juventud ideas hechas, cualesquiera que sean; porque ello implica castración y atrofia de aquellas mismas facultades que se pretende excitar.
Fuera de toda bandería hay que instituir la enseñanza, arrancando a la juventud del poder de los doctrinarios, que se digan místicos o que se digan