346 EOS SOS 347 un muchacho, llamándole a todas horas zoquete y estúpido, no ha de resignarse cobardemente a la opinión de quienes asi le juzgan, sino invalidarla con el pensamiento de que en este mundo ha de servir para algo que ni padres.
ni maestros lograron descubrir en él; pero que con fuerza de voluntad ha de aducir por sí mismo para demostrar a los vituperadores que es capaz de hacer cuanto hagan los de más. La autosugestión es una fuerza valiosísima para formar el carácter y dirigir la conducta, cuyo contraste efectúan sigilosamente nuestros amigos y conocidos cada vez que nos encuentran y con nosotros se relacionan, al observar si hemos mejorado o empeorado desde la última entrevista. Asi es que si nos ven más resueltos, animosos, confiados y varoniles, nos juzgarán capaces de ser algo en: el mundo.
El fracaso y la miseria son para quienes no han echado.
de ver todavía a cuánto alcanzan las potencias latentes.
en su verdadera y superior naturaleza, pero nunca para el hombre consciente de su propio valer.
Todo joven ha de tener la seguridad de que el mundo le reserva un lugar honroso y ha de prepararse para ocuparlo dignamente sin pensar jamás en que ha de quedar postergado, pues todo efecto real o negativo tiene su correspondiente causa en el estado mental.
El pensamiento es una fuerza que bien dirigida y aplicada establece condiciones favorables, pero en caso contrario, adversas. No obstante su incoercible sutilidad, son estas fuerzas lo suficientemente agudas para cincelar, pulir, limar, bruñir y ajustar continuamente nuestro carácter.
Nadie escapa a la acción de su pensamiento. Todos somos tales como nuestro pensamiento es.
Según dice un filósofo, el meollo de todo deber humano está en la pureza y rectitud de la mente. Lo mismo enseñó antes el apóstol san Pablo, al afirmar que los buenos pensamientos tienen sobrada eficacia para rehacer el carácter y mejorar la vida, por lo que siempre hemor de pensar en lo verdadero, honesto, justo, amable, puso y virtuoso. Nos dice san Pablo que «pensemos siempre en estas cosas. no con la fugacidad del agua al pasar por un cedazo, sino deteniendo nuestro pensamiento en ellas por medio de la meditación y la contemplación, hasta que, asimiladas a nuestra conducta, se concreten en costumbre y gobiernen la vida. Por el contrario, los malignos pensamientos de impureza, odio, venganza, discordia, envidia y demás pasiones, malean el carácter, pervierten la conducta y desmoralizan la vida. El pensamiento delictuoso engendra al criminal; el pensamiento torpe engendra al libertino. Nadie puede substraerse a sí mismo doquiera esté y doquiera vaya. Siempre nos veremos circuidos de nuestro horizonte mental, asediados por nuestros ideales y bajo el influjo de la autosugestión.
Si mis pensamientos son ruines, viviré en un mundo ruin. Si mi mente se coloca en actitud sórdida, fria y antipática, me incapacitaré para gozar del más amplio y dilatado mundo en que otros vivan, porque la mezquindad de mi esfera mental no podrá establecer contacto con él.
Si mi conducta es vil y despreciable, quedaré encerrado en el angostisimo horizonte de mis viles y despreciables pensamientos.
El hombre de viciosas costumbres que mira el mundo tras las rejas del calabozo en que le han preso sus malos pensamientos, no puede quejarse de la soledad y miseria en que se ve, porque su propia voluntad echó el cerrojo de la celda.
Pero si bien no podemos substraernos a nuestra atmósfera mental, podemos transmutarla si logramos alterar la indole y calidad de nuestros pensamientos y, por consiguiente, nuestra actitud mental respecto de la vida.
Es ya una verdad cientificamente demostrada que las víctimas de hábitos viciosos acabarían por redimirse de la vergonzosa esclavitud si se lograse evitar que pensasen en su vicio dominante. Cómo es posible que podamos desplegar todas nuestras fuerzas cuando el temor, la ansiedad, el tedio, el desaliento y la melancolía consumen inútilmente las tres cuartas partes de nuestra energia mental?
Es preciso limpiar la mente de enemigos sopena de que nos roben vitalidad y energía. Uno de los mayores enemigos de la dicha humana es el rencoroso sentimiento de venganza, que Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.