302 EOS EOS 303 que tal vez llama Guillermo a estas horas «mi respetable aliado. Las religiones tendieron siempre a la universalidad. Su fin es poner a los hombres en relación con Dios y sostener las relaciones entre todos los hombres. Prusia ha retrogradado a la barbarie creando para su uso personal un segundo Jehová, una divinidad hostil a la mayor parte del género humano, que hace suyos los rencores y las ambiciones del pueblo alemán.
Luego Tchernoff explica a su modo la creación de este Dios germánico, ambicioso, cruel, vengativo.
Los alemanes eran unos cristianos de la víspera.
Su cristianismo databa de seis siglos nada más, mientras que el de los otros pueblos de Europa era de diez, de quince, de diez y ocho siglos. Cuando terminaban ya las cruzadas, los prusianos vivían aún en el paganismo. La soberbia de raza, al impulsarlos a la guerra, hacía revivir a las divinidades muertas. semejanza del antiguo Dios germánico, que era un caudillo militar, el Dios del Evangelio se veía adornado por los alemanes con lanza y escudo. El cristianismo en Berlín lleva casco y botas de montar. Dios se ve movilizado en este momento lo mismo que Otto, Fritz y Franz, para que castigue a los enemigos del pueblo escogido. Nada importa que haya ordenado. No matarás. y que su hijo dijese en la tierra. Bienaventurados los pacíficos. El cristianismo, según sacerdotes alemanes de todas las confesiones, sólo puede influir en el mejoramiento individual de los hombres y no debe inmiscuirse en la vida del Estado. El Dios del Estado prusiano es «el viejo Dios alemán. un heredero de la feroz mitología germánica, una amalgama de las divinidades hambrientas de guerra.
En el silencio de la avenida el ruso evocó las rojas figuras de los dioses implacables. Iban a despertar aquella noche, al sentir en los oídos el amado estrépito de las armas y en su olfato el perfume acre de la sangre. Thor, el Dios brutal de la cabeza pequeña, estiraba sus biceps, empuñando el martillo que aplasta ciudades. Wotan afilaba su lanza, que tiene el relámpago por hierro y el trueno por regatón. Odin, el del único ojo, bostezaba de gula en lo alto de su montaña, esperando a los guerreros muertos que se amontonarían alrededor de su trono.
Las desmelenadas Walkirias, vírgenes sudorosas y oliendo a potro, empezaban a galopar de nube en nube, azuzando a los hombres con aullidos, para llevarse los cadáveres doblados como alforjas sobre las ancas de sus rocines voladores. La religiosidad germánica continuó el rusoes la negación del cristianismo. Para ella los hombres no son iguales ante Dios. Este sólo aprecia a los fuertes, y los apoya con su influencia para que se atrevan a todo. Los que nacieron débiles deben someterse o desaparecer. Los pueblos tampoco son iguales: están divididos en pueblos conductores y pueblos inferiores cuyo destino es verse desmenuzados y asimilados por aquéllos. Así lo quiere Dios. resulta inútil decir que el gran pueblo conductor es Alemania.
Argensola le interruupió. El orgullo alemán no se apoyaba únicamente en su Dios: apelaba igualmente a la ciencia. Conozco eso dijo el ruso sin dejarle terminar. Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.