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EOS 265 264 DOS Bonaparte.
Hubo un silencio. Lucotte le rompió. Después de Marengo?
El desconocido respondió. Antes de Brumario.
El general Lucotte, que era joven, rico y feliz, tendió la mano al desconocido y le dijo. Tú aquí! Yo te creía en Inglaterra.
El desconocido, cuya faz severa, la mirada penetrante y los cabellos grises recuerdo aún, respondió. Brumario! eso es la caída. De la República, si. No, de Bonaparte.
Esta palabra, Bonaparte, me admiró mucho; después ya he comprendido estas altaneras familiaridades de la verdad.
Los tres hombres, esto es, los tres generales, escuchaban estupefactos y serios.
Lucotte exclamo. Tiene razón. Para borrar Brumario yo haría todos los sacrificios. Quiero grande a Francia, pero prefiero la Francia libre. Es verdad. Para volver a ver a Francia libre, yo daría toda mi fortuna. tú. Mi vida contestó el desconocido. sucedió un breve silencio. Escuchábase el ruido de París alegre; los árboles parecían rosas; el reflejo de la fiesta alumbraba la fisonomía de aquellos hombres; las constelaciones desaparecían sobre nuestras cabezas, deslumbradas por el brillo de la iluminación de París. El reflejo de Napoleón parecía llenar el cielo.
De repente, el hombre tan bruscamente aparecido, se volvió hacia mí, que tenía miedo y me ocultaba, y mirándome de hito en hito, me dijo. Niño, no lo olvides; ante todo, la libertad. colocó su mano sobre mi cabeza, produciendo en mí una ligera emoción que aún no he podido olvidar.
Luego repitió. Ante todo, la libertad. desapareció entre los árboles, de donde acababa de salir. Quién era aquel hombre?
Un proscrito.
Víctor Fanneau de Lahorie era un bretón muy adicto a la República, amigo de Moreau, bretón también.
En la Vandée, Lahorie conoció a mi padre, que tenía veinticinco años menos que él. Más tarde fué su amigo en el ejército del Rhin y se unieron por una de esas amistades fraternales que hacen en el campo de batalla que el uno de la vida por el otro.
En 1801, Lahorie fué complicado en la conspiración de Moreau contra Bonaparte. Fué proscripto, su cabeza puesta a precio; no tenía asilo, y mi padre le abrió su casa; la vieja capilla de los Fuldenses, arruinada, era buena para proteger otra ruína: un vencido.
Lahorie aceptó aquel asilo y vivió oculto en aquella sombra.
Solamente mi padre y mi madre sabían que estaba alli.
Niño: ANTE TODO, LA LIBERTAD Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.