AnarchismBakuninKropotkinProudhonSocialism

Núm. JUNIO Año 1916 San José, COLECCIÓN EOS FALCÓ BORRASÉ, Editores LOS BUENOS LIBROS, a 60 el tomo Floreal (drama social. Chardon.
La novela de la sangre, Carlos Octavio Bunge.
La sanción moral, Proudhon.
Marcos, amador de la belleza, Alberto Nin Frias.
Italia, José Ingenieros.
El libro del saber doliente, Antonio Zozaya.
Tessis, Tiberghien.
Fuerza y Materia, Luis Büchner.
Las clases sociales, Carlos Malato.
Canción de Primavera, José de Maturana.
Pedro el Grande, Dimitri Merejkowski.
Los dijes indiscretos, Diderot.
Juan Jacobo Rousseau, Augusto Dide.
Moisés, Jesús y Mahoma, Baron Holbach.
El mundo nuevo, Luisa Michel.
Por los cauces serenos, Antonio Zozaya.
Las hazañas del coronel Gerard, Conan Doyle.
Filosofia zoológica, Juan Lamarck.
Federalismo, Socialismo y Antiteologismo, Bakounine.
La isla del tesoro, Stevenson.
El retrato el Diablo, Julio Barrilli.
De la Alemania, Enrique Heine.
La comedia del sentimiento, Max Nordau.
La novela de un médico, Conan Doyle.
El tablado de Arlequin, Pio Baroja.
El Estado. La dignidad personal, Proudhon.
Palabras de un rebelde, Kropotkine.
La conquista del pan, Kropotkine.
La ciencia moderna y el anarquismo, Kropotkine.
El Mandarin, Eça de Queiros.
El primo Basilio, tomos, Eça de Queiros.
El crimen del Padre Amaro, tomos, Eça de Queiros.
Cómo haremos la revolución, tomos, Pataud y Pouget.
Ariel, José Enrique Rodó.
El indiano, Santiago Rusiñol.
Reflexiones de un paseante solitario, Jacobo Rousseau.
El espejo de la muerte, Miguel de Unamuno.
De carne y hueso, Eduardo Zamacois.
Historia de las ideas morales, Paul Gille.
Las Tenazas, Pablo Hervieu.
La religión al alcance de todos, de Ibarreta.
Mi ventana florida, Mirabent Vilaplana.
Hacia la Universidad futura, Nelson, La infancia y la vida pública de Hugo pintada por él mismo (Fragmentos de El Derecho y la Ley. principios de este siglo, un niño habitaba en el barrio más desierto de París una gran casa que rodeaba y aislaba la tapia de un jardín. Aquella casa se llamaba antes de la Revolución el convento de los Fuldenses. Aquel niño vivía allí solo, con su madre, sus dos hermanas y un viejo sacerdote, aún extremecido por los sucesos del 93, digno sacerdote, recto e indulgente, que era su clemente preceptor, y que le enseñaba mucho latín, un poco de griego y nada de historia.
En el fondo del jardín elevábanse corpulentos árboles que ocultaban una vieja capilla medio derruida.
Estaba prohibido a los niños llegar hasta aquella capilla. Hoy aquellos árboles, aquella capilla y aquella casa han desaparecido. Las obras de ornato público se han extendido desde el jardín del Luxemburgo hasta el Val de Grace, y han destruído aquel humilde Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.