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246 EOS EOS 247 Así es afirmó con energía von Hartrott Tenemos la libertad que conviene a un gran pueblo: la libertad económica e intelectual. la libertad politica. El profesor acogió esta pregunta con un gesto de menosprecio. La libertad política. Unicamente los pueblos decadentes e ingobernables, las razas inferiores ansiosas de igualdad y confusión democrática, hablan de libertad politica. Los alemanes no la necesitamos. Somos un pueblo de amos, que reconoce las jerarquías y desea ser mandado por los que nacieron superiores. Nosotros tenemos el genio de la organización.
Este era, según el doctor, el gran secreto alemán, y la raza germánica, al apoderarse del mundo, haria participes a todos de su descubrimiento. Los pueblos quedarian organizados de modo que el individuo diese el máximum de su rendimiento en favor de la sociedad. Los hombres regimentados para toda clase de producciones, obedeciendo como máquinas a una dirección superior y dando la mayor cantidad posible de trabajo: he aqui el Estado perfecto. La libertad era una idea puramente negativa si no iba acompañada de un concepto positivo que la hiciese útil.
Los dos amigos escucharon con asombro la descripción del porvenir que ofrecia al mundo la superioridad germánica. Cada individuo sometido a una producción intensiva, lo mismo que un pedazo de huerta del que desea sacar el dueño el mayor número de verduras. El hombre convertido en un mecanismo. Nada de operaciones inútiles que no proporcionan un resultado inmediato. el pueblo que proclamaba este ideal sombrio, era el mismo de los filósofos y los soñadores, que habian dado a la contemplación y la reflexión el primer lugar en su existencia. Hartrott volvió a insistir en la inferioridad de los enemigos de su raza. Para luchar se necesitaba fe, una confianza inquebrantable en la superioridad de las propias fuerzas. estas horas en Berlín todos aceptan la guerra, todos creen seguro el triunfo, imientras que aquí. No digo que los franceses sientan miedo. Tienen un pasado de bravura que los galvaniza en ciertos momentos. Pero están tristes, se adivina que harían cualquier sacrificio por evitar lo que se les viene encima. El pueblo gritará de entusiasmo en el primer instante, como guita siempre que lo llevan a su perdición. Las clases superiores no tienen confianza en el porvenir; callan o mienten pero en todos se adivina el presentimiento del desastre.
Ayer hablé con tu padre. Es francés y es rico. Se muestra indignado contra los gobiernos de su pais, porque le comprometen en conflictos europeos por defender a pueblos lejanos y sin interés. Se queja de los patriotas exaltados que han mantenido abierto el abismo entre Alemania y Francia, impidiendo una reconciliación. Dice que Alsacia y Lorena no valen lo que costará una guerra en hombres y dinero.
Reconoce nuestra grandeza: asegura que hemos progresado tan aprisa que jamás podrán alcanzarnos los demás pueblos. como tu padre piensan muchos otros: todos los que se hallan satisfechos de su bienestar y temen perderlo.
Créeme, un pais que duda y teme la guerra, está vencido antes de la primera batalla.
Julio mostró cierta inquietud, como si pretendiese cortar la conversación. Deja a mi padre. Hoy dice eso porque la guerra no es todavia un hecho y él necesita contradecir, indignarse con todo lo que se halla a su alcance. Mañana tal vez dirá lo contrario. Mi padre es un latino.
El profesor míró su reloj. Debia marcharse: aun le quedaban muchas cosas que hacer antes de dirigirse a la estación. Los alemanes establecidos en Paris habian huido en grandes bandas, como si circulase entre ellos una orden secreta. Aquella tarde iban a partir los últimos que aun se mantenían en la capital ostensiblemente. He venido a verte por afecto de familia, porque era mi deber darte un aviso. Tú eres extranjero y nada te retiene Podemos servir suscripciones de TODOS los números de EOS. desde el primer cuaderno.
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