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EOS 232 233 EOS do de cierto menosprecio. El y su hermana Chichi hablan sentido desde pequeños una hostilidad instintiva hacia los primos de Berlin. Le molestaba además ver citado por su familia como ejemplo digno de imitación a este pedante, que sólo conocía la vida a través de los libros y pasaba su existencia averiguando lo que habían hecho los hombres en otras épocas, para sacar consecuencias con arreglo a sus opiniones de alemán. Julio tenia gran facilidad para la admiración y reverenciaba a todos los escritores cuyos argumentos le habia contado Argensola; pero no podia aceptar la grandeza intelectual del ilustre pariente.
Durante su permanencia en Berlin, una palabra alemana de invención vulgar le habia servido para clasificarlo. Los libros de investigación minuciosa y pesada se publicaban a docenas todos los meses. No había profesor que dejase de levantar sobre la base de un simple detalle su volumen enorme, escrito de un modo torpe y confuso. la gente, al apreciar a estos autores miopes, incapaces de una visión genial de conjunto, los llamaba Sitzfleisch haben (con mucha carne en las posaderas. aludiendo a las larguisimas asentadas que representaban sus obras. Esto era su primo para él: un Sitzfleisch haben.
El doctor von Hartrott, al explicar su visita, habló en español. Se valia de este idioma por haber sido el de la familia durante su niñez y al mismo tiempo por precaución, pues miró en torno repetidas veces como si temiese ser oido. Venia a despedirse de Julio. Su madre le habia hablado de su llegada y no quería marcharse sin verle. Iba a salir de Paris dentro de unas horas; las circunstancias eran apremiantes. Pero tú crees que habrá guerra? preguntó Desnoyers. La guerra será mañana o pasado. No hay quien la evite. Es un hecho necesario para la salud de la humanidad.
Se hizo un silencio. Julio y Argensola miraron con asombro a este hombre de aspecto pacifico, que acababa de hablar con arrogancia belicosa. Los dos adivinaron que el doctor hacia su visita por la necesidad de comunicar a alguien sus opiniones y sus entusiasmos. Al mismo tiempo tal vez deseaba conocer lo que ellos pensaban y sabian, como una de tantas manifestaciones de la muchedumbre de Paris. Tú no eres francés añadió dirigiéndose a su primo; tú has nacido en Argentina, y delante de ti puede decirse la verdad. Tú no has nacido allá? preguntó Julio sonriendo.
El doctor hizo un movimiento de protesta, como si acabase de oir algo insultante. No: yo soy alemán. Nazca donde nazca uno de nosotros, pertenece siempre a la madre Alemania.
Luego continuo, dirigiéndose a Argensola. También el señor es extranjero. Procede de la noble España, que nos debe a nosotros lo mejor que tiene: el culto del honor, el espiritu caballeresco.
El español quiso protestar. Pero el sabio no le dejó, añadiendo con tono doctoral. Ustedes eran celtas miserables, sumidos en la vileza de una raza inferior y mestizados por el latinismo de Roma, lo que hacía aún más triste su situación. Afortunadamente, fueron conquistados por los godos y otros pueblos de nuestra raza, que les infundieron la dignidad de personas. No olvide usted, joven, que los vándalos fueron los abuelos de los prusianos actuales.
De nuevo intentó hablar Argensola, pero su amigo le hizo un signo para que no interrumpiese al profesor.
Este parecia haber olvidado la reserva de poco antes, entusiasmándose con sus propias palabras. Vamos a presenciar grandes sucesos continuóDichosos los que hemos nacido en la época presente, la más interesante de la historia. La humanidad cambia de rumbo en estos momentos. Ahora empieza la verdadera civilización.
La guerra próxima iba a ser, según él, de una brevedad nunca vista. Alemania se habia preparado para realizar el hecho decisivo sin que la vida económica del mundo sufriese una larga perturbación. Un mes le bastaba para aplastar a Francia, el más temible de sus adversarios. Luego marcharia contra Rusia, que, lenta en sus movimientos, no podia oponer una defensa inmediata.
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