214 EOS EOS 215 La enseñanza religiosa Inclinarse ante lo infinito y misterioso de dentro y fuera de nuestra vida, saber distinguir y escoger lo que da a nuestra existencia su altísimo valor moral, mostrarse conscientes de la solidaridad humana y del deber individual de aspirar al propio máximo desarrollo para el bien común, admirar los grandes ejemplos y todo lo divino y eterno que encierra el universo, la evolución y el espíritu humano: estas deben ser las nuevas formas de devoción, los nuevos sentimientos de amor y reverencia que harán nobles, fuertes y sanos a los hijos del nuevo siglo.
De este modo desaparecerá la doctrina que atribuye «a la ayuda divina» los triunfos de la ambición, de la tiranía y del afán de conquistar. Sabremos que es una blasfemia mezclar el nombre de Dios en las luchas de las pasiones humanas. Sabremos que el patriotismo, cuando es inspirado por el egoísmo y el orgullo, es la más sacrilega, porque es la más inhumana, de las culpas con que el hombre mancha la santidad de la vida.
Los hombres que quieren conciliar el antagonismo fundamental entre el cristianismo y la guerra, y que de ello sacan ayuda y consuelo, están pervertidos por siglos de falsas interpretaciones. Son almas errantes que morirán en el desierto sin poder echar ni una mirada siquiera sobre la tierra prometida.
Salvemos por lo menos a nuestros hijos del más desastroso extravío espiritual, del prejuicio que el patriotismo y el nacionalismo, que ofenden los derechos de los demás pueblos, tengan nada de común con el concepto religioso.
Enseñémosles que para la independencia, para el poder, para la libertad del propio destino ningún sacrificio es demasiado costoso para los pueblos, igual que para los individuos. Enseñémosles que el conocimiento intimo del propio país, de su pasado y de su presente es la primera necesidad del desarrollo individual; enseñémosles a desear para su patria un noble porvenir, al cual deberán cooperar todos.
Hagamos que comprendan el abismo existente entre el sentimiento patriótico y el egoísmo mal llamado patriotismo, en nombre del cual los pueblos fuertes oprimen a los débiles, en nombre del cual la Europa del siglo xix tomó las armas para quiméricas reivindicaciones, y el alba del nuevo siglo tuvo que presenciar inauditas violencias El militarismo y el clericalismo que estrechamente unidos oponen el principio de la autoridad al derecho de la conciencia individual no son representaciones de aquello del cual toman nombre: patriotismo y religión. Estos encierran una idea de fraternidad, libertad y justicia infinitamente superior al individuo, a la clae y al país; idea que reune en torno de los grandes intereses comunes todos los grupos de un pueblo, y todos los pueblos en las cuestiones vitales de la humanidad. En cambio el militarismo y el clericalismo ahogan la liberta con la autoridad, la indivi. lualidad con ¡Muy pálidas en comparación de las que hoy presenciamos!
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