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184 EOS EOS 185 ga durante cinco años; pero en tan dura escuela adquiere su alma ese temple damasquino que ha de permitirle sobrellevar con estoica resignación e inalterable buen humor los embates de la adversidad.
Cervantes volvió a España para seguir luchando con la pobreza, que fue su compañera inseparable desde la cuna hasta la tumba. La esperanza que pudo concebir de que su heroísmo y sufrimientos tendrían su recompensa, no tardó en trocarse en desengaño; y como ya los entusiasmos juveniles se habian desvanecido, colgó la espada para volver a esgrimir la pluma con que había de ganar en las postrimerias de su vida una victoria más sonada que la misma de Lepanto.
Pero antes de que llegara este glorioso dia, que de congojas y desdichas. Cervantes arrastra una vida miserable.
Se gana afanosamente el pan recaudando impuestos y tributos, y sin embargo, en el desempeño de oficio tan odioso, logra hacerse de amigos fieles. En sus constantes peregrinaciones y tratos con el pueblo descubre los secretos del corazón humano y aprende esta risueña filosofia con que está amasado el Quijote. Si no hubiese recorrido cien veces las aldeas y fraternizado con villanos, su mente no habria podido forjar la panzuda y regocijada personalidad de Sancho.
Medio siglo de vida contaba Cervantes, cuando su mala estrella lo llevó a la cárcel de Sevilla. En las de Castro del Rio y Madrid habia estado antes, aunque pocos dias. Por qué fue a la cárcel confundido con criminales, hampcnes y rufianes aquel hidalgo incapaz de cometer una mala acción? Por lo que a ella iban entonces muchos hombres honrados que tenian la desgracia de ser pobres. Por no poder pagar sus deudas. De su pluma habian salido ya la Galatea, comedias, entremeses y versos, escritos en medio de sus andanzas y tribulaciones; con todo, Cervantes sólo era en apariencia uno de los muchos ingenios de aquella época tan fecunda para las letras españolas, que habia llegado al otoño de la vida sin producir nada verdaderamente grande era que la gestación de la obra inmortal que había de llevarlo al pináculo de la gloria habia, venido haciéndose insensible y lentamente en su cerebro. Esta obra sólo aguardaba ya para nacer, que el hombre que la habia engendrado encontrase un punto de reposo, aunque fuese entre los muros de una cárcel. En la de Sevilla comenzó Cervantes a escribir la primera parte del Quijote, que no fué impresa hasta ocho años más tarde.
Si la brega habia sido larga, el triunfo fué instantáneo y completo. Las ediciones se multiplicaron; el nombre de Cervantes, hasta aquel momento relativamente obscuro, estaba en todas las bocas y su libro en todas las manos.
Ni antes ni después del Quijote ha despertado una obra literaria entusiasmo tan grande ni aplauso tan unánime.
y el acierto de este juicio popular lo ha confirmado y enaltecido la posteridad. La ola de admiración invadió en un instante hasta los últimos rincones de España y salvando las fronteras fué extendiéndose veloz por toda la Europa civilizada. Un caballero del séquito del Embajador de Francia en Madrid, exclamaba algunos años más tarde, al enterarse de que Cervantes era viejo, soldado, hidalgo y pobre. tal hombre no le tiene Españia muy rico y sustentado del Erario público. Lo que he oido por otro francés provoco de su parte esta réplica. Si necesidad le ha de obligar a escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo el pobre, haga rico a todo el mundo.
De un salto se habia colocado Cervantes por cima de los grandes ingenios de todos los tiempos, con un libro único, de una sencillez encantadora, sin artificios literarios y de una hermosura grandiosa y apacible, como las obras de la Naturaleza; un libro que seducia todos los ánimos, porque era vida y era verdad. Decir que asi como Colón no supo que había descubierto un nuevo mundo, Cervantes no tuvo conciencia del valor de su obra, es un error burdo. El mismo don Quijote se encarga de contestar a esto, cuando dice. Treinta mil volumenes se han impreso de mi historia y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares si el cielo no lo remedia. Cervantes fué un sentimental, como lo era don Quijote.
En sus obras, el amor no respira nunca la sensualidad y va siempre acompañado de los más puros sentimientos.
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