182 EOS EOS 183 el de su obra, por ser ésta de una grandeza tan soberana, que hace sombra a su mismo creador.
Aun en los países de habla española, la mayor parte se contentan con saber que Cervantes escribió el Quijote, que fué pobre y desdichado, que perdió una mano en Lepanto y estuvo en la cárcel. Relativamente pocos son los que tienen nociones más extensas de la vida y personalidad del varón excelso que dotó al género humano de un libro con que desde hace más de trescientos años se deleita y cuya popularidad no mengua. sin embargo, si alguna vida merece ser conocida y estudiada es la de Miguel de Cervantes Saavedra. medida que en ella más se penetra, crecen la admiración, el respeto y la simpatia que inspira el hombre desvestido de la gloria literaria. Cervantes no ha menester, como otros, de indulgencia en lo privado, ni de que se le perdonen yerros en aras de su genio. Fué bueno, caballero y honrado a carta cabal y a este respecto ninguno de los grandes escritores del Siglo de Oro puede equiparársele, con excepción de don Francisco de Quevedo.
Fue, además, la personificación de las virtudes de su raza en la época en que ésta habia llegado al apogeo de su grandeza. Era por los cuatro costados un buen español del siglo xvi. Si hubiese nacido cincuenta años antes, habria figurado en las filas de los conquistadores de América; pero sólo llegó a tiempo para tomar parte en la última epopeya, a las órdenes del último paladin. La mañana del de Octubre de 1571 lo sorprende abrasado de fiebre a bordo de la galera Marquesa. los gritos de que el enemigo está cerca, se levanta y acude tambaleando sobre cubierta. Viendolo en tal estado, sus jefes y compañeros lo instan para que vuelva a la cama. Cervantes les contesta con romana sencillez. Qué dirán de mi, si no hago lo que debo? s; y no sólo no accede a sus ruegos, sino que reclama el sitio de mayor peligro. Don Quijote no se habria portado de otro modo. Obtiene lo que pide y en el sitio que se le designa una bala de mosquete le rompe la mano izquierda y otras dos le agujerean el pecho.
Quien asi supo combatir en defensa de su patria y de su Dios; quien más tarde, cautivo de los turcos en Argel, dió repetidas pruebas de audacia temeraria y valor sin limites, a la vez que de la más noble abnegación, era digno de ser padre del más esforzado, gentil y generoso de los caballeros andantes. El heroismo del cautivo cristiano se impuso a la admiración de los bárbaros y le salvo la vida. No se atrevieron a quitársela, como tampoco habria osado ninguno atentar contra la de don Quijote, si a éste le hubiera venido en gana buscar aventuras en tierra de infieles.
Veinticuatro años tenía Cervantes cuando contribuyó a desbaratar la escuadra de All baja, con la que se fue a pique para siempre el formidable poderio del Islam, que amenazaba destruir la civilización cristiana. El joven soldado, que al dia siguiente de la batalla tuvo la honra de que le visitase el bizarro don Juan de Austria en el lecho en que yacia desangrado y de oir palabras de encomio y de aliento de sus labios, habia hecho ya también sus primeras armas en el campo de las letras. Los versos que escribió en la adolescencia habian circulado en Madrid y merecido elogios. Cervantes pudo aprovechar su talento poético para quedarse viviendo en la corte de las migajas caidas de la mesa de alguno de los grandes señores que por ostentación daban limosna a los ingenios desvalidos; pero la sangre bidalga que bullia en sus venas y la noble ambición que lo animaba pedian independencia, aventuras y peligros. Italia fué a buscarlos, y en las bellezas artisticas de aquel pais privilegiado, en la dulzura y alegria de su vida libre encontró su mocedad los deleites con que soñaba y en la jornada de Lepanto los peligros y la gloria de las armas, la más grata de todas para su corazón de soldado.
La batalla de Lepanto y el cautiverio de Argel son los capitulos heroicos de la vida de Cervantes. El primero, que sólo duró algunas horas, es alegre y resplandeciente como la misma victoria, a pesar de la sangre derramada; el segundo, sombrio y profundamente doloroso, se prolonEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.