178 EOS EOS 179 común de las gentes lo que el álgebra para el salvaje que cuenta con los dedos. Bien puede aplicárseles a esos tales el cuento de aquella viuda hermosa y rica, de que habla don Quijote en el capítulo XXV de la primera parte de su historia, que, enamorada de un joven motilón y rollizo, la reprendió su mayor, porque sien lo tan principal se había enamorado de un hombre tan soez, teniendo a mano tantos maestros, potentados y teólogos donde podía escoger como entre peras; a lo que respondió la interesada con donaire y desenvoltura: vuestra merced está muy engañado y piensa muy a lo antiguo si piensa que he escogido mal en fulano, por mal que le parece, pues para lo que yo le quiero, tanta filosofía sabe y más que Aristóteles.
En efecto. qué saben los engañados críticos, que piensan tan a lo antiguo, para qué quería Cervantes ese hombre formado de dos mitades llamadas don Quijote y Sancho?
Me parece digno de ser conocido y que encaja aquí perfectamente el juicio de Laurent Tailhade sobre Cerventes, manifestado con motivo del proyecto de la erección de una estatua en Paris al autor del Quijote.
Dice así. La grandeza de Cervantes es sólo comparable a la de don Quijote. Por los ásperos caminos de la locura y del dolor va el verdadero hidalgo, el esforzado guerrero, el generoso adalid, a la más gloriosa conquista, a una victoria que excede mucho en mérito a lo que el mismo pudo soñar del Cid y del sin par Amadis de Gaula. Don Quijote, antes de morir, comprende la significación verdadera del mundo y de la vida, y les perdona, porque sus lealismos invencibles y aquel sublime ridículo que envolvió su existencia, le preservaron de los contactos que avergüenzan y deshonran y dejaron libre y majestuosamente erguida su orgullosa dignidad. No hay libro más español que Don Quijote; ni tampoco le hay más humano: es todo un manantial inagotable. El siglo XVII no le comprendió; el XVIII supuso que serviría de pantalla a pensamientos y sentimientos que no podían declararse brevemente; corresponde a nuestro tempo, tan prendado de la realidad y tan embrutecido por el dinero y los negocios, descubrir el hidalgo de Cervantes. El Caballero de la Triste Figura cabalga sobre un rocin asmático, que amolda su paso al del rucio de Sancho; vomita el bálsamo de Fierebras, destroza los monigotes de Ginesillo y derrama a pinchazos el vino del ventero. Sin embargo, es el más grande y el más puro de todos los caballeros, más noble que los servidores del Graal o que los pares de la Tabla Redonda, puesto que, a través de la irrisión y de los golpes, y a pesar de la vejez y de las injur as, liberta los galeotes, socorre a los oprimidos y con su espada magnanima hostiga el hocico de los leones. Al terminar me ocurre la duda de que tal vez el lector a quien no deseo ver comprendido entre los que, no siendo capaces de las nobles locuras de don Quijote ni de los razonables egoísmos de Sancho, tienen clas ficación apropiada en la categoría de personajes que comprende desde el mozo cruel de los mercaderes toledanos hasta los parásitos duque y duquesa, Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizanq del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.