140 EOS EOS 141 clase ve poblarse su fantasía de imágenes, que pugnan por convertirse en alusiones, ejemplos, comparaciones y metáforas. La idea o el sentimiento primitivos se han enriquecido con las aportaciones de la imaginación, han cobrado más vida y movimiento, y sólo necesitan ya, para llegar hasta el papel, la fórmula expresiva destinada a encarnarlos. En el artista vibra, por ejemplo, una emoción de tristeza, y entre las mil imágenes que atropelladamente se proyectan en el campo visual interno, parece dominar la visión de un atardecer de otoño. Aquí comienza la lucha con el medio de expresión. una tristeza desapasible y fría como un atardecer de otoño, le traspasaba hasta los huesos. le envolvía una tristeza otoñal. veía el mundo exterior a través de la brumosa tristeza de un ocaso ctoñal. etc. etc. Si las ideas asociadas son demasiado remotas, o si la relación es confusa y recóndita, resulta la obscuridad del estilo; si son excesivamente próximas, o si la relación es sobrado evidente y repetida, el peligro está en la trivialidad. Esa misma asociación entre la tristeza y el otoño, que quizá fuese nueva en tiempo de los Vedas, es hoy un lugar común de la literatura, tolerable tan sólo por la novedad de la forma o el acierto de la expres ón.
Ahora bien. qué haría un escritor del tipo auditivo puesto en el mismo trance que acabamos de exponer?
Apenas evocado en su ánimo el sentimiento de tristeza, surge ya esta palabra acompañada de su leal e inseparable epíteto profunda; y antes de que el autor decida si su personaje sentía, o tenía, o padecía, etc. ya ha sonado en el aire y corre hacia los puntos de la pluma, rematada y cabal, toda de una pieza, la eterna frase. una profunda tristeza embargaba su ánimo. He aquí lo que llaman los franceses el cliché. No le pidáis al escritor de tipo verbal que case vocablos que no acostumbran a sonar juntos, ni que rompa los vínculos que el uso ha establecido. Se ha de hablar del «ambiente. Pues no hay sino postrarse ante su trono: el «ambiente. como el «silencio. han nacido para «reinar. No hay para qué decir que la memoria visual y la auditiva no se excluyen en modo alguno, y que, si en los grandes poetas y prosistas se dan ambas en grado eminente, también coexisten, aun que en muy varia proporción, en los literatos no geniales.
Veamos ahora, hechas las advertencias anteriores, por qué hemos colocado a Ricardo León en el campo de los escritores declamatorios, o sea de los que tienen la memoria auditiva más despierta y más rápida que la visual. Empecemos por los epítetos. Quién no sabe cómo son las golondrinas? Las variedades comunes en estas tierras son de color negro azulado, con el pecho blanco; la rap dez de su vuelo es notable. La golondrina es velocísima, garrula, querenciosa, constante, útil, sociable, familiar, doméstica, peregrina, migratoria, sagrada, etc. etc. Un escritor talentoso y facundo, como Ricardo León, aún hallaría, puesto a buscar, media docena de epítetos poéticos y significantes. Pues bien. cómo creen ustedes que les llama nuestro autor. Lo digo ya? Las obscuras golondrinas. Así las llamó Bécquer en la conocídisima poesía, y en verdad que no anduvo muy acertado, aunque, al fin, sólo se proponía contraponer al retorno periódico de dichas aves, el fenecimiento definitivo de unos Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.