76 EOS EOS que mediten los pensadores, que realice maravillas la industria, que haga el genio prodigios, que la vasta actividad humana multiplique, en presencia del cielo cubierto de estrellas, los esfuerzos y las creaciones, para llegar a esa horrorosa exposición internacional que se llama un campo de batalla. Aplausos que duran rinco minutos. El verdadero campo de batalla, la verdadera victoria es la reunión del trabajo humano en que hoy se ofrece París al mundo. Aplausos. Ay! no podemos disimularnos que la hora actual, digna como ella es de admiración y de respeto, tiene aún sus lados fúnebres; está el horizonte lleno de celajes; la tragedia de los pueblos no ha concluído todavía.
La guerra, la funesta guerra tiene la audacia de levantar la cabeza a través de esta fiesta augusta de la paz.
Hace dos años que los principes y los reyes se obstruían en un contrasentido funesto; su scordia es un obstáculo para la concordia de los pueblos y están ciertamente mal inspirados cuando nos condenan a la afirmación de semejante hecho.
Que este contraste de los reyes marchando hacia la guerra y de los pueblos caminando hacia la paz, conv erta nuestra memoria a Voltaire. Volvámonos hacia ese gran muerto, hacia ese gran espíritu. Inclinémonos ante los sepulcros venerables. Pidamos consejo a aquel cuya vida, útil a los hombes, se extinguió hace en años, pero que ha realizado una obra inmortal. Pidamos también consejos a los otros inmortales pensadores, a Rousseau, a derot, a Montesquieu. Concedamos la palabra a esas grandes voces. Detengamos la efusión de sangre humana. Basta, basta!;Déspotas. Ah!
la barbarie persiste, pues bien, que la filosotia proteste.
Los filósofos nuestros predecesores, son los apóstoles de la verdad. Invoquemos sus ilustres sombras; que delante de las monarquías soñando la guerra, ellos proclamen el derecho del hombre a la vida, el derecho de la conciencia a la libertad, la soberanía de la razón, la santidad del trabajo, la bondad de la paz y puesto que la noche sale de los tronos, que salga la luz de las tumbas. Aclamaciones unánimes y prolongadas. Repetidos vivas a Víctor Hugo, a la República y a Francia. Páginas 112 a 127 del vol. de Los grandes pensadores.
La justicia en la inteligencia viene a ser la justicia en el corazón.
Las escuelas que se proponen ante todo «educar. pierden su tiempo. La instrucción, la asimilación de la verdad, la justicia en la inteligencia, es lo único que puede educar. EL QUE NO INSTRUYE, NO EDUCA.
Medítenlo bien s maestros.
La ambición malsana, madre de los desclasificados y fuen:e de desgracias para los individuos y para los pueblos, es el primer fruto de una educación mal dirigida, a base de superficialidad en la enseñanza.
Ciencia reducida, pero ciencia. Ncciones simples, pero claras y seguras. No hay otro modo de enderezar las conciencas.
Conciencias rectas y espíritus prácticos es lo que con mayor urgencia reclama un pueblo. Espíritus prácticos, habituados al manejo de las ideas y armados de principios ciertos, para poder hacer faz a las necesidades del hogar y a las exigencias de las diversas profesiones usuales que todas son hoy cosas de cienciaEste documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.