EOS 61 El secreto del Molino los ocho años, Manuelito ignoraba la existencia del alma. Aun no sabia que existiera la muerte. En su ingenuidad, la vida se le antojaba una eterna sucesión de dias y de noches. Qué tienes, Manuelito. Nada. No. Tú tienes algo. Estoy triste, mamita. Por qué. Te acuerdas del perrito de la carboneria. Si. De «Carbon. Ese. Todas las mañanas «Carbón» me saludaba con la cola. Me mostraba los dientes. Se reia. Qué desgracia!
Yo, entonces, le acariciaba, y «Carbón» me seguia hasta la escuela. Ayer no le encontré. Me dió rabia no verle. Hoy, tampoco le vi. Pensé que estaria enfermo. Señor Carbonero pregunté. dónde está su perrito. Para qué lo quieres. me repuso.
Yo soy amigo de él. Y, como desde ayer no puedo verle. No sabes que a «Carbón» lo mató un automóvil. Pero. no vendrá más, señor Carbonero. No. Está muerto. qué importa que haya muerto? Volverá lo mismo. Te digo que «Carbon» no volverá más. Lo mataron ayer. Entiendes?
No puede ser le grité enfurecido. El perro habrá muerto, no lo dudo, pero tendrá que volver. No es cierto, mamita, que aunque «Carbón» haya muerto no dejaré de verlo alguna vez. No, hijo mío. Los que se van como «Carbón. no vuelven. El alma de los muertos sube al cielo. Qué es el alma, mamita. Es la fuerza maravillosa que nos hace vivir. Que nos da movimiento. Es un «algo que sentimos adentro, y que no tiene forma material. Tal es el alma. Es Dios.
Manuelito quedóse pensativo. Ahora sabia mucho menos que antes. Esa misma noche tuvo un sueño febril. Vio que un automóvil pisoteaba a «Carbón» y que del pequeño cuerpo ensangrentado, surgia y se elevaba hacia las nubes, una paloma con las alas abiertas. Al día siguiente no quiso ir al colegio para que la ausencia del perrito no le hiciera sufrir. Quédate. No vayas. Te pondremos una alfombra en el patio y jugarás allí con tu molino.
Le dieron su juguete. Un juguete ingenioso y muy sencillo. Al menor movimiento del aire, las palas del molino daban vuelta. Diriase que algún secreto interno o un alma de milagro las movia. Manuelito contemplo las cuatro aletas que giraban. Giraban sin cesar. Quién las hacía mover. Quién las hacia «vivir. Debe de ser el alma medito. Yo quisiera saber cómo es el alma. con la estéril y profunda paciencia de un psicólogo, fué rompiendo el molino. Comenzó por el techo. Lo partió en dos pedazos. Sin embargo, las alas giraban todavia. No debe estar aqui. Buscaré más adentro.
Siguió la destrucción. Arranco las paredes. Desfondo la casilla. Etc. Etc. Por fin, las alas rotas, dejaron de moverse. Mi molino ha muerto, lo mismo que «Carbon. exclamo Manuelito. Pero en donde estará el alma? Al cielo no ha volado. No la he visto.
La buscó. La buscó. Las cuatro alas, inmóviles, yacian entre los escombros del jugete. Desde ese dia, el niño comenzó a creer que el alma era «un poco de viento. Nada más que un poquito de viento que nos hace mover los brazos y las piernas como a frágiles alas de molino. Como a patas de perro. JUAN JOSE DE SOIZA REILLY Págs. 297 a 300 de La ciudad de los locos, editada por la casa MAUCCI de Barcelona, de venta en la libreria de Falco Borrasé. Precio: 1. 50.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.