Spain

4.
EOS EOS y aplican a otros. Para don Francisco, la «inteligencia» no era lo primero en nuestra vida; y por eso sin desconocer (antes poniéndolo de relieve a cada paso)
el valor que el saber tiene para el hombre, no le subordinaba el resto de las cosas que en él hay y juegan en su vida. Mucho menos podía tolerar que la potencia intelectual y el caudal de saber adquirido, se tomasen y utilizasen como instrumento de ostentación, como materia de juegos brillantes y cubileteos aparatosos, sin respeto a la verdad y a la intención ética que en el fondo de todo acto humano reclama el puesto director que le corresponde; y por eso estimaba medianamente a los que orientaban así su vida, secando, al calor de la exaltación intelectual, otras fuentes más puras y necesarias al vivir.
Lo importante para don Francisco, como para todos los moralistas, era la conducta. El saber es en ella la luz que alumbra el camino y permite orientar sin error, o con menos error, el hacer, tanto en la esfera individual como en la social. Disc ciadas ambas cosas, por muy alta que sea aquélla, poco vale, si no es que vale para torcer más la conducta, con mayor habilidad y amplitud de recursos que lo haría un ignorante o un hombre dotado de escasa inteligencia. Lo que principalmente le preocupaba en el orden del saber a don Francisco, era el más santo respeto a la verdad y a las ideas, y el uso que de la fuerza intelectual se hiciese en la vida: y eso era también ética, honradez, la honradez del científico que va desde la más prudente reserva en la investigación y en las afirmaciones a que ella conduce, hasta el respeto a toda conclusión ajena seriamente formulada y a toda rectificación que la realidad traiga a nuestras más queridas convicciones, a nuestros más halagadores prejuicios.
Por eso lo que sus discípulos. sus discípulos digo, no sus alumnos) han recogido de él y lo que él les daba principalmente, era la regla de conducta, que en el conocer se llama método, rigor lógico, espíritu científico, flexibilidad de criterio, y en meral austeridad, desinterés, pureza, justicia, tolerancia. Lo que en este orden representa la acción de don Francisco, supera en cien codos a lo que representan sus libros y sus lecciones de cátedra en punto a materia jurídica, filosófica y aún pedagógica, o las continuas sugestiones con que generosamente fecundaba la labor científica de otros, en espléndido obsequio de ideas que no se agotaban nunca, y cuyos despojos han bastado para enriquecer la obra de muchos.
Esa nota característica de don Francisco es la que distingue su acción sobre España de la del otro gran hombre que con él comparte el principado de nuestra dirección espiritual moderna. Me refiero a Joaquín Costa. Costa y Giner son los dos cerebros que más han sembrado para la España presente y futura; pero no cabe compararlos, porque su campo era muy diferente. En rigor, Costa (salvo el efecto de reacción que todo hombre superior produce en algunos de sus contemporáneos, y el doctrinal que produjo en algunas disciplinas por el cultivadas, todo ello de escasa área de difusión) lo que dió fué un legado de ideas y planes para nuestro mañana, algo que él no pudo hacer en vida porque no tenía en sus manos los medios para hacerlo y que sus contemporáneos tampoco supieron traducir en realidad: nos dejó un programa de Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.