Democracy

E17 de Noviembre Símbolo de Unidad y Sacrificio Español El de noviembre de 1936 es una de las fechas más dramáticas en la historia de la Humanidad. Durante aquellas horas inolvidables el Mundo se dividió en dos bandos diametralmente opuestos; de un lado los fascistas, los reaccionarios de toda laya, los que esperaban la caída de la capital de España con el mismo espíritu bestial del troglodita ante la víctima que se desangra palpitante; los que preparaban fastuosos Te Deums farisacos y borracheras lúbricas para festejar la muerte de la libertad; los que ya gritaban con descocado alarde sus clásicas consignas Vivan las caenas y Muera la inteligencia. Del otro lado seguían las peripecias de la lucha, con angustia en el alma y con esperanza infinita, los que aman la libertad y la estiman como la joya más preciada que puede poseer el hombre; los que saben que ha costado milenios de luchas titánicas y de sacrificios innúmeros el elevar al ser humano a la verticalidad y convertirle en individuo apto para comprender y sentir lo que es la bondad, la justicia, la fraternidad; los que sueñan para la Humanidad un devenir constante hacia metas más luminosas y claras, donde el hombre no sea lobo para el hombre.
UNIDAD PUBLICACION DE LOS EDITORES DE ESPAÑA LEAL AL SERVICIO DE LA DEMOCRACIA AÑO PANAMA, OCTUBRE DE 1943 NUMERO Los que en las riberas del Manzanares, luchaban, morían y mataban, en las horas preñadas de inmortalidad del de noviembre de 1936, sintetizaban de manera perfecta lo que representaban los dos bandos en pugna. Los atacantes, cuyos ojos ardian ante la perspectidel botín ofrecido, eran moros cabileños, ignorantes y selvaticos; legionarios del Tercio, la hez del hampa y la gallofa de todas las latitudes; alemanes de la Legión Cóndor, embrutecidos por las doctrinas hitlerianas hasta convertirse en autómatas; requetés a los que el fanatismo ha petrificado el alma y el cerebro. Integraban el bando defensor hombres de paz, de trabajo, de hogar, zapateros, albañiles, carpinteros, maestros, estudiantes, que cambiaban la herramienta que produce o crea por el fusil que destruye con la estoica serenidad del que cumple un deber y para enseñar al Mundo cómo se lucha y cómo se muere por la libertad humana.
Un corresponsal extranjero, testigo presencial de la contienda, que contemplaba asombrado la falta absoluta de material que padecían los republicanos, cablegrafió a su periódico: Entre las huestes franquistas y Madrid no queda más obstáculo que unas trincheras románticas.
Románticas, es decir, ideales, faltas de contacto con la realidad, carentes de las armas necesarias y llenas por contraste de ilusiones, de esperanzas, de fantasía. Era exacto el juicio, pero el tiempo de mostró que aquellas trincheras románticas eran infinitamente más fuertes y sólidas que las Líneas Maginot, construidas con arreglo a los preceptos más rigurosos de la ingeniería castrense. Porque las Blenó un pueblo.
Era emocionante, con emoción que la pluma no puede describir, ver en la noche otoñal perderse en las sombras, filas interminables, inacabables, de hombres que bajaban por Embajadores, por las cailes de Toledo y Segovia, por los boulevares, hacia las trincheras que eran el último reducto y esperar en ellas que una bala fascista matara al compañero que tenía un fusil para recoger el arma de sus manos moribundas y seguir disparando con la firmeza y decisión gue da la fe, la fe en los destinos de una España digna, libre y fuerte. detrás de los hombres estaban las mujeres, y los niños, y las piedras, y las sombras augustas de los que desde sus tumbas sentían el orgullo de que sus enseñanzas y ejemplos hubieran logrado crear un pueblo tan sencillo y viril que los demócratas y liberales del Mundo elevaban a símbolo.
Ahora, cuando en los momentos de desfallecimiento o amargura, necesitamos confortar nuestro espíritu, volvemos la vista hacia aquellas horas inolvidables y al escuchar, a veces, las razones especiosas de los que diciéndose españoles se oponen a una firme unidad antifranquista, recordamos como al llegar el alba del de noviembre un Sol pálido alumbró los campos madrileños rojos de sangre y las trincheras románticas llenas de cadáveres, tan estrechamente unidos, que nunca se pudo averiguar a qué partido político pertenecían o qué carnet sindical llevaban. Lo único que se sabe es que murieron por la Libertad y por España.
No PASARAH BIBLIOTECA NACIONAL ERNESTO CASTILLERO