gonzada, acudía a la llamada del maestro a sentarse a su lado, mientras a los demás muchachos nos hacían recitar las mejores lecciones para beneficio y aprobación de la perturbada madre, No quiere decir esto, por supuesto, que fuera impropio el que un muchacho tuviera padres; no era que nos avergonzáramos de ello, pero los papás no encajaban bien en la escuela: eso es todo. bien, chico. qué has aprendido hoy en la escuela. nos preguntahan los papás de vez en cuando. Oh, no mucho. respondíamos de acuerdo con la fórmula aceptada. en seguida nuestros progenitores, cumplido su deber paternal, volvían a sus diarios de la tarde. Sentían tan poco deseo de imponerse la tarea de visitar la escuela, como lo teníamos nosotros de que lo hicieran. Con estos recuerdos todavía vívidos de mi juventud, no es extraño que me inspiraran recelos las insistentes invitaciones de mi hijo. Preguntábame si el chico era completamente normal. No sólo pare.
cía asistir con gusto a la escuela (sig.
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